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CAJA POLÍTICA| Septiembre escolar y la pedagogía del tiempo político.

Por Yamir de Jesús Valdez.-

La noticia del retraso en el inicio del ciclo escolar 2025-2026 en Sinaloa —ahora programado para el 1 de septiembre— puede parecer un simple ajuste administrativo. Pero como en muchas decisiones educativas en México, detrás de los calendarios y las fechas se asoman señales más profundas sobre el modelo de país que estamos construyendo, o al menos, pretendiendo construir.

Gloria Himelda Félix Niebla, titular de la Secretaría de Educación Pública y Cultura en Sinaloa, explicó que esta modificación responde a una instrucción federal que busca alargar una semana el ciclo escolar, con la promesa de elevar la calidad educativa. Se trata de un cambio que no es exclusivo del estado: el calendario oficial de la SEP para el ciclo 2025-2026 establece 185 días efectivos de clase para las escuelas de educación básica del país, ajustando el inicio al 1 de septiembre y el cierre al 10 de julio. La misma medida fue replicada en otras entidades, lo que confirma que no se trata de una excepción regional, sino de una decisión estructural.

¿Y por qué importa? Porque detrás de esa semana adicional se cuela el discurso de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), el modelo educativo promovido por la Cuarta Transformación desde 2019. La NEM no es solo un rediseño curricular: es una propuesta ideológica que intenta reorientar la educación pública hacia los valores del humanismo mexicano, la inclusión y la justicia social, al tiempo que descentraliza saberes, introduce lo comunitario como categoría pedagógica y da protagonismo a los saberes indígenas y locales.

Ese modelo, impulsado desde el sexenio de Andrés Manuel López Obrador y hoy reafirmado por la presidenta Claudia Sheinbaum, se ha convertido en una especie de columna vertebral de la narrativa oficialista en materia educativa. Y si la educación es el espacio donde se modelan las conciencias del futuro, entonces no es menor el hecho de que el tiempo escolar sea ajustado para ampliar esa influencia.

El argumento técnico es que una semana adicional permitirá “fortalecer aprendizajes” y “cerrar correctamente el ciclo”. Y es cierto que México, según datos de la OCDE, continúa en los últimos lugares de aprovechamiento académico en matemáticas y comprensión lectora. También es cierto que tras la pandemia hubo un retroceso importante: el INEE (Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación) documentó en su momento que más del 50 % de los alumnos de primaria y secundaria sufrieron rezagos en al menos una competencia clave.

Pero en Sinaloa —y en general en el noroeste—, el calendario escolar ha estado históricamente condicionado por factores climáticos, agrícolas y sociales. El calor extremo de agosto no es solo una incomodidad: es una limitante real, especialmente en escuelas sin infraestructura adecuada. ¿Está pensada esta reforma desde la Ciudad de México, ignorando las particularidades del sur y norte del país? ¿Se consultó a las entidades sobre su viabilidad? Porque hay algo de centralismo en imponer una lógica homogénea a un país tan diverso, sobre todo cuando muchas comunidades educativas en Sinaloa apenas logran funcionar con recursos mínimos.

Además, vale la pena preguntarse: ¿una semana más en las aulas garantiza mejores aprendizajes? ¿O es solo un gesto político para simular avance educativo? Lo cierto es que ningún calendario, por sí solo, resolverá los problemas estructurales de nuestro sistema educativo: carencias en infraestructura, falta de capacitación docente, déficit en materiales didácticos, y una profunda desconexión entre lo que se enseña y lo que realmente se necesita en las comunidades.

La Nueva Escuela Mexicana plantea una ruptura con el modelo neoliberal de la reforma educativa del sexenio de Peña Nieto, sí, pero aún no ha sido evaluada en sus resultados concretos. La SEP promete que, con este nuevo enfoque, los estudiantes aprenderán a ser críticos, conscientes y solidarios. Pero en la práctica, la implementación ha sido dispareja, a veces caótica. En Sinaloa, por ejemplo, los docentes siguen enfrentando confusión sobre contenidos, metodologías y criterios de evaluación.

Gloria Himelda Félix, una política con trayectoria en temas educativos, sabe que la educación también es campo de disputa política. Su respaldo a la medida federal puede leerse como una alineación institucional, pero también como una apuesta por construir gobernabilidad desde la educación. En tiempos en que el debate nacional gira en torno a reformas judiciales, militares y electorales, el frente educativo parece ser uno de los pocos donde el gobierno de la 4T todavía puede mostrar algo parecido a una visión de largo plazo.

Y sin embargo, el tiempo sigue siendo el gran pendiente. Una semana más de clases no basta si no se acompaña de evaluaciones serias, inversiones reales y respeto por los contextos locales. Si no se escucha a las y los maestros. Si no se dota a las escuelas de condiciones dignas. El calendario puede cambiar, pero el reloj pedagógico de México sigue marcando desigualdad.

En Sinaloa, como en todo el país, necesitamos más que días de clase: necesitamos razones para aprender.