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La encrucijada económica de 2025: Un mundo al borde del abismo y la oportunidad

PorRedacción

Sep 4, 2025

El año 2025 se presenta como un punto de inflexión para la economía global. Tras una década marcada por la incertidumbre, la desaceleración y el aumento del proteccionismo, el mundo se encuentra en una encrucijada. Los vientos de la globalización, que una vez impulsaron el crecimiento y la prosperidad, parecen haberse debilitado, reemplazados por una mayor fragmentación y tensiones geopolíticas que se sienten en los mercados y en los hogares.

Los pronósticos de las principales instituciones financieras, como el FMI y la OCDE, pintan un panorama de crecimiento global moderado, con una notable ralentización en las economías más grandes, como Estados Unidos y China. La política comercial del nuevo gobierno estadounidense, con la imposición de aranceles a varios socios comerciales, ha generado un efecto dominó que no solo afecta las cadenas de suministro globales, sino que también debilita la confianza de los inversores y frena el comercio internacional. La inflación, aunque ha mostrado signos de ceder en algunas regiones, se mantiene como una preocupación persistente, obligando a los bancos centrales a caminar por una cuerda floja entre el control de precios y el estímulo del crecimiento.

En este contexto, las economías emergentes y en desarrollo se enfrentan a desafíos significativos. La carga de la deuda, que ha aumentado a niveles insostenibles en muchos países, se ve agravada por los altos costos de endeudamiento. La fuga de capitales hacia activos considerados más seguros en las economías avanzadas deja a muchos países en una situación precaria, dificultando la inversión en infraestructura y servicios públicos esenciales. Sin embargo, en medio de esta tormenta, también se vislumbra una oportunidad. La necesidad de diversificar las cadenas de suministro y de buscar nuevas alianzas podría catalizar la inversión en regiones con un potencial de crecimiento sin explotar. El capital que busca resiliencia podría encontrar en las economías emergentes con políticas estables y un compromiso con la innovación, un refugio y un catalizador para un nuevo ciclo de prosperidad.

El camino a seguir no es sencillo. Requiere de una diplomacia económica que priorice el diálogo sobre la confrontación, de políticas fiscales prudentes que equilibren la necesidad de gasto con la sostenibilidad de la deuda, y de una cooperación internacional reforzada para abordar desafíos comunes, desde el cambio climático hasta la seguridad energética. Si bien el panorama actual puede parecer sombrío, la historia nos enseña que las crisis son a menudo el preludio de la transformación. La pregunta es si los líderes del mundo optarán por el camino de la autoprotección y la fragmentación, o por la senda de la cooperación y la oportunidad.

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