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Por Yamir de Jesús Valdez.-

Hay gestos que trascienden la rutina de la política y se convierten en actos de humanidad. En un contexto donde la sociedad suele medir a los gobiernos por sus desaciertos, conviene detenerse en los pequeños aciertos que, aunque no llenan plazas ni producen titulares, tocan vidas. Uno de esos gestos ocurrió esta semana cuando el Sistema DIF Sinaloa, en coordinación con Fundación Telmex y el Gobierno del Estado, entregó auxiliares auditivos a decenas de personas con discapacidad auditiva. Lo que podría parecer un acto asistencial más, en realidad representa algo mucho más profundo, la posibilidad de volver a escuchar el mundo, de recuperar la voz de un hijo, el canto de un pájaro o el sonido del mar.

Eneyda Rocha Ruiz, presidenta del DIF Sinaloa, encabezó la entrega con la serenidad que la ha caracterizado desde el inicio de su gestión. Lejos de los reflectores de la política dura, su papel ha sido el de construir una cara humana para un gobierno que por momentos parece más atrapado en los desencuentros partidistas que en los encuentros con la ciudadanía. Si hay algo que la distingue, es esa capacidad para convertir la empatía en política pública. No lo hace desde la retórica, sino desde la acción concreta, ir, escuchar, registrar, acompañar.

Con este programa se beneficiará a unas 650 personas de 13 municipios y en total se espera alcanzar más de dos mil 200 beneficiarios durante la administración estatal. Cifras modestas si se comparan con los grandes programas federales, pero gigantescas cuando se dimensiona lo que significa, en términos humanos, que un niño escuche por primera vez la voz de su madre. No hay presupuesto que mida ese impacto.

Eneyda Rocha explicó que gran parte de estos apoyos se gestan en las brigadas del DIF que recorren comunidades rurales y colonias populares. Ahí, sin más protocolo que la cercanía, los equipos médicos detectan casos de pérdida auditiva, cataratas o trastornos del espectro autista. Es en ese terreno, no en los salones climatizados, donde se mide el verdadero compromiso social de un gobierno. Porque atender en la capital es fácil, lo difícil es hacerlo en la sierra, en los pueblos donde la gente no tiene cómo pagar un traslado o una consulta.

En esos recorridos, que muchas veces pasan desapercibidos para la prensa, se construye una política social auténtica, de las que no necesitan spots ni campañas. Cuando la presidenta del DIF afirma que “atendemos en realidad a muchas personas en sus hogares”, habla de una práctica que se ha vuelto casi contracultural en los tiempos que corren, llevar el gobierno a donde vive la gente.

Y es que Eneyda Rocha, sin proponérselo quizá, se ha convertido en el rostro amable del gobierno de Rubén Rocha Moya. No porque actúe como contrapeso, sino porque complementa. Mientras el gobernador libra las batallas propias de la política estatal y nacional, ella encarna la otra mitad de la gestión, la que no busca votos ni aplausos, sino bienestar. En su caso, la empatía no es una estrategia de imagen, sino una forma de gobernar.

Sinaloa vive tiempos difíciles. Las heridas sociales provocadas por la violencia, la desigualdad y la desconfianza institucional siguen abiertas. En ese contexto, los programas asistenciales suelen ser vistos con escepticismo, como paliativos o herramientas de control. Pero hay momentos, como el de esta entrega de auxiliares auditivos, en que el beneficio supera cualquier cálculo político. Cuando una persona recupera la audición, no solo se le devuelve un sentido físico, sino una porción de dignidad. Escuchar es también volver a pertenecer.

Las políticas sociales eficaces no son las que reparten más, sino las que acompañan mejor. Eneyda Rocha lo ha entendido. En lugar de limitarse a entregar apoyos, el DIF Sinaloa ha construido una red de seguimiento que identifica, diagnostica y atiende. Desde las brigadas médicas hasta las jornadas de salud mental o los programas de atención a la discapacidad, la institución ha tejido una presencia constante en los municipios. Y eso, en un estado tan disperso como Sinaloa, no es poca cosa.

No se trata de idealizar ni de omitir los desafíos. El DIF Sinaloa, como cualquier institución pública, enfrenta limitaciones presupuestales, burocráticas y operativas. Pero en un panorama donde la deshumanización de la política es casi norma, rescatar la figura de quienes ponen el acento en la gente no es zalamería, sino justicia.

Los gobiernos suelen hablar de transformación, pero pocas veces la practican desde lo cotidiano. Recuperar la capacidad de escuchar, literal y simbólicamente, puede ser una metáfora poderosa para el momento que vive Sinaloa. Escuchar al otro, entender sus carencias, sus dolores y esperanzas, es el primer paso para gobernar con sentido social.

Quizá por eso, entre los múltiples rostros del actual gobierno estatal, el de Eneyda Rocha es el que más genuinamente representa el espíritu del servicio público. En un entorno saturado de discursos y disputas, ella recuerda que la política, en su versión más noble, sigue siendo una forma de ternura organizada. Y eso, en tiempos de sordera institucional, vale más que cualquier decibel de propaganda.

En Sinaloa, donde tantas veces hemos aprendido a vivir entre el ruido de la violencia y la indiferencia, escuchar vuelve a ser un acto revolucionario. Por eso, cada auxiliar auditivo entregado es también una lección, no se trata solo de que las personas oigan mejor, sino de que la sociedad entera empiece a escucharse otra vez.