El delirio de los tigres. La fe y el ensueño de David Ríos en Un dios Severo.
Por: Sergio H. García
Hay un tigre encerrado en este libro que ruge frente a nuestra cara y su aliento sólo se puede comparar con las vidas que quizás tuvimos en otra ciudad, en otra carne o en otro milenio; con las vidas que se fusionan con otras vidas y terminan siendo una, tan llena de posibilidades e irrealidades que pudiera llenar de estrellas el cielo, o de gotas el océano que golpea con su poderío de historias el barco donde somos el capitán y el pasajero, donde somos siempre nosotros mismos.
Por lo menos esa sensación me inundó cuando terminé de leer Un dios severo, el nuevo libro de David Ríos: muchas vidas viviéndose juntas bajo la mirada de un dios severo que bien podría ser el autor, o el lector o quien sea que tenga el poder de seguir leyendo o escribiendo estos cuentos, cuyas historias se ven marcadas por la constante intervención de lo fantástico sobre lo real.
Esta ruptura me recuerda mucho al realismo mágico sin llegar al Macondo de las tierras de David o al Comala, mucho más cercano a este espacio geopolítico, pero sí en su forma de introducirse en el mundo del cuento: repentina, como si siempre hubiera estado ahí o como si siempre, nosotros y los personajes, hubiéramos sabido que estaba ahí, al acecho. Ejemplo de esto tenemos el cuento de La vida difícil del marinero donde un joven sube a un camión y el delirio empieza a entrecruzar su camino hacia el asiento, hasta que el corte es de tajo y el mundo de su mente se desborda y cede ante la tormenta.
También el cuento homónimo del libro juega en esta lógica de la fantasía irrumpiendo en la realidad, con tratas metidas dentro de las tramas de otras tramas, logrando en sí una historia de tres niveles que, además se sabe desarrollar a sí misma a grado que los personajes no quedan en ningún punto inconclusos y los cortes, aunque abruptos, se perciben de una manera muy natural para quien lo lee.
Lo mismo sucede con el cuento El niño más hermoso del mundo, los cortes realizados dentro del discurso de la voz narrativa logran una fragmentación en los tiempos del cuento, que consigue, sin lugar a duda, generar no sólo el interés, sino la expectativa del lector, atrapándolo sin posibilidad de escape.
Otro tema recurrente dentro de los cuentos de David es la nostalgia, pero de esta nostalgia intensa que puede sentirse como melancolía o pena. Los personajes de David ven hacia el pasado constantemente y lo quieren traer a su presente, a grado de hacer todo lo que esté en sus manos para mantenerlo en él. Por ejemplo los cuentos de Dodo, donde un hombre busca traer a la vida de nuevo a un Dodo, enfermo de ambición y nostalgia por el ave; el cuento El canto del ruiseñor, donde un judío preso de un campo de concentración en la Alemania Nazi, logra crear una pieza de joyería tan increíble que le recuperará su vida anterior a la guerra y que lo hace traicionar a sus compañeros judíos; o el que para mí es el mejor cuento del libro: El colmillo de crista, donde un monje intenta mantener con vida la memoria de su maestro a través de las cartas que este sostenía con un amigo de la infancia, claramente ateo.
Este último rasgo, el de la fe, se ve constantemente repetido en los personajes. Todos tienen una especie de fe concentrada en algo: Los monjes la tienen en la huella de Dios sobre el mundo, el científico la tiene en su ave clonada, una mujer en labor de parto la tiene en la segura belleza de su hijo, el mismo Cristo trata de tenerla en sí mismo y en su padre, incluso un niño, tiene una fe enorme en que los tigres de la cueva cercana a su casa le darán el respeto de su padre y los profundos amores de su madre y niñera. La fe abunda en estos personajes, pero como siempre todo acaba y una vez rota la fe, sólo queda el delirio.
Los personajes de David oscilan entre la fe y el delirio; cuando la primera acaba, se sobrepone el segundo, así nacen todas sus fragmentaciones, todos sus desaciertos y todas y cada una de sus caídas. Desde el científico obsesionado con el prestigio y el Dodo, hasta el niño que desea salvar tigres del ahogo, o el cavernícola intentando sobrevivir a un tigre o grupo de hombres que asesinan a su dios-águila en los últimos días del mundo o el joven que lucha con la tormenta en altamar montado sobre un camión urbano. Todos deliran. O quizás esté equivocado. Quizás sólo pertenezcan a la piel de un tigre que cruza entre la maleza de las realidades. O quizás todos estos personajes llenos de contrastes y fantasía, sólo estén jugando un rol dentro del libro que cierto hombre con dolor de muela encontró y en el cual un hombre amputado lee sobre un monje que está haciendo las iluminaciones de una historia donde un grupo de náufragos están por llegar a una isla dominada por un dios severo