LA ENTREVISTA

PorRedacción

Abr 14, 2025

ALFONSO OREJEL: LA OBLIGACIÓN NUNCA HA FUNCIONADO PARA FORMAR LECTORES

Alfonso Orejel es un escritor mexicano nacido en Los Mochis, Sinaloa. Su obra le ha valido reconocimientos como el Premio Nacional de Narrativa Inés Arredondo, el Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen 2008 y una mención en el concurso Barco de vapor 2009. No es para menos. Libros como La balada del hombre muerto, El sendero de los gatos apachurrados (CIDCLI), El árbol de las muñecas tristes, La niña del vestido antiguo (SM) o Un poco de dolor no daña a nadie(SM), son constancia de que estamos frente a un escritor original, comprometido con su oficio y que ama contar historias. Como promotor cultural ha sido uno de los principales impulsores de la Feria del Libro de Los Mochis. Alfonso se describe como: “Alguien que ha encontrado en la Literatura un madero para no sucumbir en el naufragio”. Recién salieron a la luz sus novelas Dios no escucha el chillido de los cerdos (ISIC-NITRO/PRESS, 2024) y Odisea Negra (Lapicero Rojo, 2024) y en Caja Política quisimos hablar con él sobre estos libros y su obra en general.

¿Cómo es escribir desde Los Mochis?

No importa tu lugar de residencia geográfica, sino tu residencia literaria, es decir, de qué manera te han afectado o influido tus lecturas de tantos años. He visto a colegas que empezamos juntos y se han desvanecido en el transcurso del tiempo porque carecen de pasión o de disciplina. Y esas las obtienes en un departamento perdido de la Ciudad de México o en tu mesa, debajo de un mezquite. Si tienes talento, éste te acompañará a donde vayas, o si no te mueves de tu casa.

¿Y para tus obras es fundamental el lugar donde naciste?

No, es el fondo, la escenografía de las tramas, el escenario donde se mueven los personajes. No escribo para promover turísticamente a mi ciudad. De hecho, por lo general, muestro su lado oscuro, las zonas envueltas por las sombras. Por eso no soy muy querido.

¿Hay alguna diferencia cuando escribes historias infantiles, juveniles o digamos, para adultos?

Es la misma exigencia de calidad, el mismo rigor. Solo que las obras dirigidas a lectores adultos suelen ser más largas o complejas. En el caso de los cuentos, poemas o novelas para niños y/o jóvenes, procuro que provoquen un impacto emocional en mis lectoras, en mis lectores.

Algo que te caracteriza es que no tienes reparo en los temas que abordas, siento que te la vives enfrentándote a tus editores.

Has dado en el clavo. Algunos, después de leer mis cuentos o novelas, exclaman: “Me gustó mucho, Alfonso, pero esto no lo puedo publicar”. Porque suelo abordar temas inquietantes: la depresión, el desamor, el abandono, la violencia de la calle, la familia disfuncional, el abuso sexual, el sicariato o la orfandad. Subrayo, que primero se deben ganar su derecho a existir como piezas literarias. La sombra, El árbol de las muñecas tristes, Escombros del paraíso, La mirada del mal o este último, Juan y sus sombras, Huesos lamidos por el sol u Odisea negra, quedan dentro de esta línea.

¿Cómo o de dónde nacen esas historias?

De lo que veo. Por ejemplo, ayer andaba en el centro de la ciudad y, de repente, vi a un señor delgado vistiendo una camisa rojo chillón, muy bien peinado, frente a una birriería, con una bocina a sus pies que arrojaba al aire notas de una canción de Rigo Tovar, y un micrófono en la mano derecha, mientras cantaba (mal) “Por la noche le pregunto a las estrellas…”. de inmediato, lo registré, y listo, para meterlo en la novela que ahora mismo estoy escribiendo.

Hay quienes dicen que escriben de cosas ajenas a ellos y otros que aceptan que su vida, sus experiencias, su infancia, es la base de su literatura.

Soy, en esencia, del segundo grupo. Me salen mejor las obras que tienen un sustento real, sea que lo haya vivido, que haya sido testigo o que me lo hayan contado. Pero, también, hay un ingrediente imaginario, sobre todo, en mis obras de terror o de ciencia ficción. Aún las que están ligadas a mi vida, siempre van a contener un elemento ficticio. Ese es un consejo que les doy a los escritores que van empezando en este largo camino.

Acabas de publicar “Odisea negra (Lapicero Rojo, 2024) y Dios no escucha el chillido de los cerdos (Nitro Press, 2024), ¿cómo le haces para escribir tanto?

Creo que – aunque suene sangrón o parezca una frase hecha -, lo hago porque es como una necesidad. Lo explico. Cuando tengo la idea global de la historia, y me paro frente a mi pantalla, se pone en marcha un engranaje singular, y durante semanas padezco cierta ansiedad, esté despierto, esté en la cama y abra los ojos a las 3 de la mañana, siento el impulso de escribir si me viene una idea a la cabeza. Debo atraparla, no dejarla ir, porque la olvidaré si sigo durmiendo. Es la dictadura de mi Musa. En el proceso creativo, soy un esclavo de sus caprichos.

¿Cómo te ha ido con la promoción de ambos libros? ¿No te enredas con las presentaciones?

Me ha ido muy bien, pero solamente los he presentado en la FIL Guadalajara, en la Feria del Libros de Los Mochis, en Escuinapa y en la FELIUAS de Mazatlán. Y frente a grupos de lectores, por medios audiovisuales. No han sido muchas presentaciones. De hecho, quien lea esto, puede invitarme y con gusto voy. Si me pagan, mejor. Prometo que se la pasarán muy bien. Quiero enredarme como un gato en la bola de estambre, presentando y presentando a mis nuevas hijas: estas dos novelas más negras que mi alma.

¿Con los años se vuelve más fácil la escritura?

Claro. No sé con precisión qué ocurre, pero acostumbras al cerebro a someterse a ciertos esquemas de trabajo. Las lecturas fluyen y te influyen mejor. Yo, en lo personal, sugiero, si tienen la idea de escribir un libro de terror o de erotismo, que se concentren leyendo obras semejantes porque al cabo de algunas semanas, estarán en mejores condiciones de escribir pues fueron arropados por esas atmósferas.

¿Qué se te facilita más, el cuento o la novela?

Los cuentos. Pero como soy muy rollero, “hablo hasta por los codos”, enseguida siento el deseo de que esa breve trama se alargue, y me dan ganas de incorporar a más y más personajes, y agregarles tramas derivadas. Entonces mi Musa (raña) me propina una bofetada diciendo gritándome en silencio: Alfonso, concéntrate.

Un consejo para los padres que quieren que sus hijos le entren a la lectura.

Que se comuniquen conmigo. Les doy mi celular: 6688283318, y yo les mandaré muchos cuentos, acordes a su edad lectora. Gratuitamente. Que les lean cuando tengan oportunidad, con gusto, por placer, que se diviertan, que no los sienten en la silla eléctrica y los atormenten con preguntas, como suele hacerlo a veces la Escuela. La obligación nunca ha funcionado para formar lectores. Vemos con tristeza la prueba fehaciente de nuestro fracaso en la familia y en el espacio escolar.

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