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ÁGORA| El PRI Opositor Leal: En su Deber Histórico ante la Destrucción de México y Sinaloa.

Por Enrique Corrales.-

El gran politólogo italiano Gianfranco Pasquino nos legó una lección fundamental: la democracia no vive solo de quien gobierna, sino de la calidad y responsabilidad de quien se opone. Pasquino distingue entre la oposición que busca destruir el sistema y la “oposición leal”, aquella que, aun en la discrepancia más profunda, respeta las reglas y actúa como un “perro guardián” de las instituciones. Su fin no es la anarquía, sino ser una alternativa de gobierno creíble. Hoy, esa lección resuena con una urgencia  en México y, especialmente, en Sinaloa.

El PRI, como partido constructor de las instituciones de este país, asume hoy su papel de oposición leal. Un rol ingrato pero indispensable frente a un gobierno que parece empeñado en demoler el andamiaje democrático que tanto costó edificar. Morena, en el poder, nos muestra cada día la resaca de su pasado como oposición desleal. No buscaron perfeccionar el sistema, sino implosionarlo. Su método no era la propuesta, sino la descalificación; su objetivo no era la alternancia, sino la demolición.

Y lo que fue un proyecto destructivo desde la oposición, hoy es una brutal política de Estado. Vemos con alarma cómo se aniquilan organismos autónomos que servían de contrapeso al poder, como el INAI, que destapó la corrupción del pasado, o el CONEVAL, que medía con rigor la pobreza que hoy se pretende ocultar tras cifras maquilladas. Se extinguen fideicomisos, elimina la Suprema Corte y se ahoga a los reguladores. No es una transformación, es una restauración del autoritarismo, una donde no hay más voz que la del poder.

Ante este panorama, el deber del PRI, como oposición institucional, es claro y tiene un plazo inmediato. En los próximos 90 días, con la discusión del Presupuesto 2026 en el horizonte, se tiene la obligación de convocar y articular a la sociedad civil. Se anuncian recortes devastadores, que dejarán una estela de damnificados: se habla de una reducción del 60% en infraestructura y más del 40% en salud. Por ello, debemos construir un frente común con las cámaras de comercio que verán frenada la inversión, con los colegios de profesionistas, con las asociaciones civiles que atienden lo que el gobierno abandona y con cada ciudadano que verá mermada su calidad de vida. El presupuesto no es un botín político, es el motor del desarrollo nacional, y no podemos permitir que lo apaguen.

Esta lucha nacional aterriza de forma crítica en nuestra tierra. El próximo año será clave, porque Sinaloa tiene una obligación histórica: construir la alternativa para rescatar a nuestro estado del peor gobierno de su historia. La administración de Rubén Rocha Moya es un catálogo de fracasos, prepotencia e indolencia.

Hemos visto a un gobernador que, en lugar de dialogar, confronta a nuestros agricultores. Hemos sufrido una inseguridad galopante que ha provocado el grito desesperado de “¡Fuera Rocha!” en nuestras calles, una demanda ciudadana nacida del dolor por la violencia que nos arrebata la paz. El gobierno de Morena en Sinaloa es un gobierno fallido, que ha traicionado la esperanza de la gente y ha sumido al estado en la parálisis.

Por eso, el priismo sinaloense tiene la tarea de convertirse en ese vehículo de cambio que la sociedad demanda. No se trata solo de señalar los errores, sino de encarnar la solución. Debemos ser la oposición leal que fiscaliza, pero también la alternativa sólida que propone y convence. Es tiempo de recuperar la confianza de la gente, de demostrar que hay un camino distinto al de la destrucción institucional y el abandono gubernamental.

Asumimos el reto. Como el “perro guardián” de la democracia que describió Pasquino, seremos la voz firme que defienda las instituciones y el sentir ciudadano. El rescate de México empieza en sus estados, y en 2027, el PRI tiene una cita con la historia: rescatar a Sinaloa.

Debemos estar preparados, no hay tiempo que perder.