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| El Conocimiento es poder.

Por Enrique Corrales.-

El reciente intercambio de declaraciones entre el Gobernador Rubén Rocha Moya y el empresario Ricardo Salinas Pliego no es una simple anécdota de redes sociales. Es la punta del iceberg que revela la profunda hipocresía y la memoria selectiva que caracteriza a la Cuarta Transformación en Sinaloa. Mientras el Gobernador se apresura a tuitear “Pacta suntservanda” (los pactos se cumplen) y a ofrecer “certeza jurídica”, olvida convenientemente que su propio equipo político fue quien, con saña, intentó descarrilar ese mismo proyecto.

Las sospechas de Ricardo Salinas Pliego no son paranoia. Son memoria. Y tienen fundamento.

Primero, pongamos las cosas en perspectiva. La llegada del Mazatlán F.C. y la construcción de su estadio no fue un capricho; fue un proyecto de visión que ancló a Mazatlán en el mapa de la primera división nacional. Más allá del fútbol, el equipo se ha convertido en un motor de desarrollo: genera flujo turístico, crea una derrama económica vital para el puerto y ofrece una proyección positiva de Sinaloa que contrarresta otras narrativas. Es un activo social y económico.

El problema es que la 4T, cuando era oposición, no lo vio así. Para ellos, no era un proyecto de desarrollo, sino un botín político.

Cuando Salinas Pliego denuncia una “embestida” y “filtraciones” desde el gobierno de Sinaloa para investigar a sus empresas y al equipo, no está viendo fantasmas. Simplemente está recordando las acciones de quienes hoy ocupan el poder.

No hay que escarbar mucho. Basta con revisar el Diario de los Debates de la LXIII Legislatura. La bancada de Morena, entonces en la oposición, emprendió una persecución sistemática contra el proyecto. Y esa bancada tenía una líder clara: Graciela Domínguez Nava, hoy Diputada Federal y reconocida como uno de los principales alfiles políticos del Gobernador Rocha Moya.

Fue Graciela Domínguez quien encabezó los embates. En aquel entonces, el discurso no era de “certeza jurídica”, sino de “opacidad”, “corrupción” y “privilegios”. El proyecto que hoy Rocha defiende como un “acto realizado conforme a derecho”, su principal operadora lo calificó de ilegal e inmoral, llegando al extremo de presentar denuncias penales formales ante la Fiscalía Anticorrupción contra el gobierno que lo impulsó.

¿Qué cambió? ¿Acaso las irregularidades que denunciaban se desvanecieron mágicamente cuando Morena llegó al poder? ¿O es que el estadio y el equipo nunca fueron el problema real?

La respuesta es evidente. Se trató de un mero golpeteo político. Utilizaron el proyecto del Mazatlán F.C. como una rentable bandera de campaña para desgastar a la administración anterior. La legalidad nunca les importó; la transparencia era solo un eslogan. El objetivo era llegar al gobierno, y para ello, cualquier argumento, por infundado que fuera, era válido para dinamitar la reputación de sus adversarios.

Ahora, la realidad los ha alcanzado. El Gobernador Rocha Moya se ve forzado a defender el mismo proyecto que su gente más cercana intentó destruir. Su tuit, lejos de calmar las aguas, evidencia la doble moral: como oposición, son destructores; como gobierno, exigen la confianza que ellos mismos se dedicaron a erosionar.

La inconsistencia es total. Si Graciela Domínguez Nava tenía razón y el proyecto era corrupto, ¿por qué el Gobernador Rocha ahora lo defiende y garantiza su legalidad? Y si el Gobernador Rocha tiene razón hoy, y el proyecto es legal y debe respetarse, ¿significa que su principal operadora política mintió, difamó y utilizó las instituciones para una persecución política?

En cualquier escenario, la 4T queda exhibida. Las sospechas de Salinas Pliego están bien fundamentadas. La embestida no es nueva, simplemente cambió de trinchera. Ayer fue desde el Congreso, hoy es desde el sigilo del poder.