Por Enrique Corrales.-
Si la Cuarta Transformación comprara un circo, le crecerían los enanos. En lugar de eso, convirtió a nuestro país en el escenario de una comedia de errores que ya no da risa.
La última función, tragicómica como pocas, es el Tren Maya. Por sexta vez, un tramo de esta obra faraónica se descarrila. Afortunadamente no había pasajeros, algo que el gobierno celebra con orondos comunicados, como si no fuera una obviedad que un tren sin viajeros no puede tener heridos.
Esta no es una historia aislada. Es el síntoma de una enfermedad más profunda: la incapacidad manifiesta y sistémica que ha marcado a este gobierno. Refinerías que no refinan, aerolíneas que, de puro milagro, tienen aviones, hospitales sin medicinas y ahora un tren que no tiene pasajeros y que se descarrila una y otra vez.
Mientras el país se desangra por estas ineficiencias, alguien está pagando el precio. Y no, no son los de la cúpula del gobierno de Morena, Es el pueblo de México, el que se parte el lomo trabajando para sacar adelante a sus familias, el que sí paga sus impuestos y contribuye a la patria. A ese mismo pueblo le están duplicando la deuda pública, pasando de 10 billonesen 2018 a más de 20 billones que se proyectan para el 2026. Recortes draconianos en programas para el campo, la educación y de salud para financiar los caprichos de un gobierno que prefiere seguir acabando con las arcas publicas con ocurrencias, sin importar la calidad de vida de la gente.
La burla de los costos
El Tren Maya, más que una obra, ha sido un negocio redondo para los amigos y los hijos del presidente, quienes, según audios revelados por Latinus, se burlaron de la calidad de la construcción. Sabían que la obra era tan defectuosa que se iba a descarrilar.
Originalmente, el proyecto del Tren Maya se presupuestó en 120 mil millones de pesos. Una cifra ya de por sí monumental que prometía conectar la riqueza cultural y natural del sureste. Sin embargo, a medida que avanzó la obra, el costo real se disparó de forma escandalosa. Hoy, el costo estimado del proyecto supera los 500 mil millones de pesos, una cifra que triplica y casi cuadriplica el presupuesto inicial.
La tragedia del Tren Maya no es solo su descarrilamiento. Es la representación de un proyecto fallido, una burla al esfuerzo de millones de mexicanos. Es la manifestación de que, cuando se prioriza la ideología sobre la eficiencia, el resultado es el desastre. Mientras el gobierno celebra que no hubo heridos en un tren que nadie usa, el país se queda con una herida mucho más profunda: un futuro hipotecado por la ineficiencia y la corrupción.