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Por Yamir de Jesús Valdez.-

Mientras Gerardo Vargas Landeros anuncia su regreso con una resolución judicial en la mano, Antonio Menéndez de Llano —el alcalde sustituto— se encuentra de vacaciones, justo cuando más se necesita una conducción clara. En medio de este vaivén institucional, el municipio camina, pero lo hace sin brújula visible.

Y aunque en el discurso se habla de legalidad, lo que se vive en la práctica es una crisis de claridad política que ya tiene impactos en la economía local. En las mesas empresariales y entre los inversionistas, el tono es de cautela: sin certidumbre sobre quién toma las decisiones clave, no hay apuesta posible.

Durante la reciente reunión intercameral en Los Mochis, los líderes empresariales levantaron la voz. José Ramos Ortiz (Coparmex), Simón Enrique Dorado (Canaco) y Roberto Miranda Jr. expresaron su inquietud: la inestabilidad que impera en el Ayuntamiento de Ahome pone en riesgo las inversiones previstas. No están pidiendo definiciones políticas, sino algo más simple y urgente: certeza institucional.

Hoy por hoy, nadie puede decir con seguridad quién será el alcalde de Ahome dentro de un mes. Gerardo Vargas tiene una suspensión definitiva otorgada por un juez en Zacatecas, pero su situación jurídica sigue en entredicho. La vinculación a proceso penal no ha desaparecido, y una nueva medida cautelar podría separarlo nuevamente del cargo, esta vez sin posibilidad de amparo. Mientras tanto, Antonio Menéndez permanece como titular en funciones, pero su ausencia física alimenta la percepción de vacío.

Y es justo esa percepción la que comienza a pesar sobre el ánimo económico. ¿Quién autoriza los proyectos? ¿Quién responde por los compromisos? ¿Quién garantiza continuidad? Los inversionistas están viendo con reserva el panorama, y algunos ya contemplan mover sus capitales hacia municipios más estables. El dinero, como el desarrollo, necesita piso firme.

Lo han dicho los empresarios en voz baja, pero el mensaje es claro: nadie quiere invertir donde el mando parece intermitente y la autoridad, sujeta a litigio. Y aunque en el papel la estructura del Ayuntamiento sigue funcionando, la falta de liderazgo político visible está generando parálisis silenciosa: trámites detenidos, decisiones aplazadas, obras que no arrancan.

Los funcionarios municipales hacen su trabajo, pero lo hacen sin saber hacia dónde se dirige la administración. Las decisiones importantes se han vuelto de bajo perfil, los movimientos están congelados y los proyectos, en pausa.

En paralelo, la ciudadanía observa con escepticismo cómo la disputa legal por la presidencia municipal se convierte en un juego de resoluciones, sin que haya alguien que asuma plenamente el liderazgo público. La figura del alcalde —sea quien sea— debe ser algo más que un título jurídico: debe representar dirección, certidumbre, responsabilidad.

Y en este momento, eso es justamente lo que falta.

Lo que más preocupa es que Ahome tiene todas las condiciones para crecer. Cuenta con una ubicación estratégica, un sector agroindustrial fuerte y un empresariado con visión. Pero ningún municipio, por próspero que sea, puede sostenerse si la autoridad local transmite dudas, si el mando político se diluye y si el conflicto institucional se prolonga sin señales de solución.

Tampoco abona al clima de confianza el silencio del gobierno estatal. En un escenario como este, se esperaría una postura firme, un llamado a la estabilidad, una garantía de que el aparato público no se detendrá. Pero hasta ahora, la administración estatal se ha mantenido al margen, como si el conflicto fuera ajeno a su responsabilidad constitucional.

Y en medio de todo esto, los actores políticos parecen seguir apostando al desgaste mutuo. Como si la solución fuera que el otro se canse, se rinda o se hunda solo. Pero mientras tanto, el municipio se detiene. Y eso ya tiene un costo.

La certidumbre institucional no es un asunto menor. Es el piso sobre el cual se construyen las inversiones, los empleos, los servicios públicos. Sin claridad política no hay desarrollo posible, y esa es la advertencia que los empresarios de Los Mochis han hecho con toda puntualidad.

No se trata de tomar partido entre uno u otro alcalde. Se trata de algo más básico: definir quién encabeza el gobierno municipal y garantizar que haya continuidad, gobernabilidad y certeza jurídica para la toma de decisiones. Todo lo demás es ruido.

Porque en Ahome, el reloj económico no se detuvo con el litigio. Y si el conflicto político sigue estancado, el municipio corre el riesgo de que los proyectos tomen otra ruta y las oportunidades se disipen.

La gobernabilidad no se mide por sentencias, sino por resultados. Y los resultados requieren rumbo. Hoy, más que nunca, Ahome necesita uno.