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CAJA POLÍTICA| Cuando el aliado se vuelve alternativa.

Por Yamir de Jesús Valdez.-

En un escenario político donde el dominio de Morena parecía indiscutible, los resultados de la elección del pasado 1 de junio en Veracruz y otras entidades revelaron una verdad que muchos daban por descartada: sí hay vida fuera de Morena. Y no solo hay vida, sino movimiento, estrategia y resultados. El Partido del Trabajo (PT), históricamente relegado a un papel de comparsa en las grandes coaliciones de la izquierda, ha demostrado que también puede jugar —y ganar— solo.

En Veracruz, sin el cobijo de la alianza con Morena y el Verde, el PT sorprendió al ganar, según conteos preliminares, 28 municipios. Es una cosecha inesperada y contundente. Los propios dirigentes petistas en la entidad se mostraron incrédulos. De haber competido en alianza, estimaban que su mejor escenario habría sido lograr once alcaldías. Pero el juego en solitario les permitió venderse como lo que muchos en la base creen que realmente son: la verdadera izquierda de México.

Este resultado no es menor. Tiene implicaciones nacionales, pero también ecos importantes en estados como Sinaloa, donde el PT, encabezado por el diputado federal Fernando García Hernández, ha venido consolidando su presencia con un discurso claro, frontal, alejado del clientelismo y enfocado en valores que, aunque a veces parezcan en desuso, siguen siendo fundamentales: la congruencia, la honestidad, el combate al nepotismo.

El profe García ha recorrido el estado con una bandera bien izada: “Somos la locomotora de la Cuarta Transformación”. Una afirmación que en otros tiempos habría parecido presuntuosa, pero que hoy cobra fuerza a la luz de los resultados recientes. El PT no solo resistió las presiones de alinearse ciegamente con Morena, también supo leer el ánimo ciudadano. Hay un sector del electorado que se siente identificado con las causas de izquierda, pero que empieza a ver en Morena señales de desgaste, de pragmatismo extremo, incluso de contradicción con los principios que enarboló en su nacimiento.

Y es aquí donde el PT se vuelve relevante. Mientras Morena se ve forzado a hacer malabares con liderazgos reciclados del PRI y PAN —muchas veces como parte de su estrategia de “ganar a toda costa”—, el PT puede presumir una narrativa más pura, menos contaminada por intereses de grupo.

Por supuesto, este nuevo escenario también despierta tensiones. El senador Gerardo Fernández Noroña, uno de los emblemas del PT y férreo defensor de la unidad del movimiento, no tardó en mostrar su preocupación. “Me parecería grave que estén usándome de pretexto para romper. Eso creo que sería un error”, dijo en conferencia desde el Senado. “A los primeros que afectaría sería a ellos, pero al movimiento también. Nadie es indispensable, pero nadie sobra”.

Su preocupación es legítima. La ruptura entre PT y Morena debilitaría al bloque de la 4T en el Congreso, donde los números han sido clave para reformas estructurales. Pero también es cierto que la política no se trata solo de sumar, sino de sumar con sentido. Como escribió Jean-Paul Sartre, “la libertad no es un poder que se recibe, sino un poder que se conquista”. Y eso es justo lo que ha hecho el PT en esta elección: conquistar espacios por cuenta propia, sin tutelajes.

En Sinaloa, el mensaje comienza a permear. Las bases petistas han recibido con entusiasmo los resultados de Veracruz, y eso fortalece al liderazgo del profesor García. Más aún cuando sus críticas al nepotismo y su insistencia en construir una nueva cultura política encuentran eco en una ciudadanía cada vez más escéptica de las promesas incumplidas y de los rostros de siempre que cambian de camiseta, pero no de mañas.

En muchos rincones del estado, el PT se está posicionando como una opción real para quienes quieren cambio, pero un cambio auténtico, no solo de formas o colores. No es casualidad que en los últimos meses se haya incrementado la afiliación al partido en municipios clave como, Ahome, Guasave y Culiacán. Tampoco lo es que figuras jóvenes, con trayectoria limpia y compromiso social, estén encontrando en el PT una plataforma para competir sin tener que hipotecar sus principios.

Es cierto que el camino no será fácil. El poder territorial, económico y mediático de Morena en Sinaloa es vasto. Pero también lo es el hartazgo, la necesidad de contrapesos, de voces que incomoden, que cuestionen, que vigilen. Y ahí, el PT tiene una oportunidad de oro.

Al final del día, la política es una batalla de percepciones, pero también de acciones. Los resultados en Veracruz no solo modifican el tablero electoral, también reconfiguran las narrativas. Ya no se puede decir que sin Morena no hay victoria. El PT ha demostrado lo contrario. Y si sabe capitalizar este momento con inteligencia, honestidad y estrategia, puede consolidarse como un actor de peso en el 2027.

Como diría Salvador Allende: “La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. En Sinaloa, hay cada vez más ciudadanos dispuestos a escribir su propia historia… y el PT parece haber entendido el mensaje.

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