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| El Conocimiento es poder.

Por Yamir de Jesús Valdez Álvarez.-

Por décadas, la Universidad Autónoma de Sinaloa ha sido la arteria principal que oxigena la movilidad social, la investigación científica y la cohesión cultural en nuestro estado. Cada semestre, más de 142 mil 400 estudiantes –79 449 en educación superior y 63 032 en bachillerato– cruzan alguna de sus unidades académicas repartidas de a lo largo del estado. Son cifras oficiales, que, más allá de la fría estadística, representan sueños individuales y, en conjunto, la locomotora más potente del desarrollo sinaloense.  

Por eso sorprende –o tal vez ya no– que Sergio Torres Félix, aún dirigente estatal de Movimiento Ciudadano, insista en ensuciar la imagen de la Casa Rosalina. Su última embestida contra el rector Dr. Jesús Madueña Molina lo acusa de ser “parte del problema” financiero y de cargar la culpa en trabajadores y jubilados. El señalamiento resulta conveniente justo cuando su liderazgo naranja tiembla ante la inminente llegada de Sergio “El Pío” Esquer, relevo que dejaría fuera a Torres y a sus alfiles. Atacar a la UAS se vuelve, así, la bengala mediática para que lo volteen a ver.  

Veamos los hechos. Sí, la UAS arrancó 2025 con un déficit cercano a 800 millones de pesos, derivado de los créditos que tuvo que solicitar en diciembre para cubrir nómina y prestaciones. Ese boquete, sin embargo, no surgió por capricho personal del rector, sino de un modelo de subsidio federal–estatal que no reconoce la matrícula real ni el crecimiento anual de la demanda. Mientras el número de alumnos aumenta, el presupuesto per cápita se achica, y eso, para cualquier contabilidad básica, es la receta perfecta del desbalance.  

Lejos de lavarse las manos, Madueña Molina salió a gestionar recursos, renegoció pagos y transparentó los números ante órganos internos y externos de fiscalización. Bajo su conducción, la UAS mantiene 1 787 profesores de tiempo completo, 494 de ellos en el Sistema Nacional de Investigadores, y una infraestructura científica que compite con universidades de mayor presupuesto per cápita. ¿Dónde está, entonces, la irresponsabilidad que pregona Sergio Torres?  

La respuesta quizá no esté en la contabilidad, sino en la coyuntura partidista. Movimiento Ciudadano atraviesa una reconfiguración nacional tras las elecciones de 2024; en Sinaloa, sus cuadros ven cómo se esfuma la dirigencia que les garantizaba cuotas y candidaturas. El recurso fácil es construir un enemigo común –la UAS– y sembrar la narrativa de “opacidad” y “complicidad sindical” para proyectar un perfil de fiscalizador implacable. Pero esa narrativa se estrella contra la realidad: la UAS publica sus informes financieros, sometidos a la Auditoría Superior del Estado y a la ASF, y que cuenta además con un portal de transparencia que detalla cada peso ejercido. Culpar sin exhibir pruebas es, en el mejor de los casos, cinismo; en el peor, una irresponsabilidad que erosiona la confianza social en las instituciones educativas.

En paralelo, la universidad ha puesto en marcha proyectos que trascienden la frontera académica: laboratorios de diagnóstico molecular inaugurados durante la pandemia, clínicas de atención comunitaria gratuitas y convenios con empresas que generan empleo para egresados. Cada ataque injustificado no daña a un rector, sino a los miles de jóvenes que encuentran en la UAS el único trampolín posible. ¿Con quién quiere quedar bien Sergio Torres? ¿Qué le han prometido a cambio de un golpeteo constante? Son preguntas que el propio dirigente debería contestar antes de subirse a la tribuna para repartir culpas.

Es cierto que la UAS no es perfecta. Como toda institución pública, arrastra inercias burocráticas y enfrenta retos de modernización administrativa. Pero el camino para corregir dichas áreas no es la descalificación ligera, sino la construcción de soluciones coordinadas entre gobierno, Congreso y comunidad universitaria. Cuando un político reduce el debate a frases de banqueta, lo único que consigue es distraer de los asuntos de fondo: la necesidad de un nuevo convenio de financiamiento multianual que dé certidumbre a la nómina y al crecimiento de la matrícula; la urgencia de homologar salarios docentes con los promedios nacionales; y el imperativo de blindar la autonomía universitaria frente a tentaciones partidistas.

Sergio Torres debería saberlo: Sinaloa lleva dos décadas probando que la confrontación estéril no paga dividendos electorales. Los ciudadanos exigen propuestas tangibles, no dardos al aire. Si MC pretende consolidarse como opción real en 2027, necesitará algo más que titulares estridentes; ocupará credibilidad, datos y un respeto elemental a las instituciones formadoras de talento. De lo contrario, su discurso se convertirá en eco vacío, igual que ocurrió con partidos que ahora ruegan por mantener el registro.

Hoy, la tarea de quienes creemos en la educación pública es clara: defender a la UAS sin caer en la complacencia. Eso implica exigir transparencia, celebrar la excelencia académica y señalar a quienes, desde el oportunismo, pretenden erosionar el proyecto educativo más grande del noroeste. El Dr. Jesús Madueña ha dado muestras de liderazgo y resiliencia; lo justo es evaluarlo con rigor, no con filtraciones interesadas.

En la vorágine de la grilla, conviene recordar una máxima de la vida universitaria: las rectorías son temporales; la misión educativa, permanente. Cuando dentro de algunos meses veamos a Sergio Torres disputar un escaño o negociar posiciones en la nueva MC de El Pío Esquer, la UAS seguirá ahí, abriendo aulas y laboratorios para cientos de jóvenes sinaloenses. Esa es la diferencia entre la trascendencia y el cálculo momentáneo.

La conclusión es sencilla, quien apuesta contra la UAS apuesta contra Sinaloa. Y en esa ruleta, la sociedad ya eligió bando hace mucho tiempo.