Por Yamir de Jesús Valdez.-
En política no existen las visitas inocentes. Mucho menos cuando se trata de la dirigencia nacional de Morena, que ha puesto a Sinaloa en la agenda para septiembre. El Comité Ejecutivo Nacional anunció que su presidenta, Luisa María Alcalde Luján, estará en Culiacán acompañada de la secretaria general, Carolina Rangel Gracida. Todavía no está confirmado si se sumará Andrés Manuel López Beltrán, Andy, hijo del expresidente y actual secretario de Organización del partido. Y justo ahí radica la clave de la visita.
Entre los morenistas locales no faltan quienes se refieren a ella como “la pelo chino” o, en tono más respetuoso, “la señora”. Son formas coloquiales que circulan en la militancia y que, aunque parezcan irrelevantes, reflejan la distancia entre la base y la dirigencia nacional. Porque lo que realmente importa no es cómo le dicen, sino de parte de quién viene. Si llega sola, se tratará de una visita de trámite: recorrer estructuras, hablar de unidad y posar para la foto con los liderazgos locales. Pero si a su lado aparece Andy, el mensaje cambia de inmediato. No sería únicamente la presidenta formal de Morena, sino la representación directa de la familia López Obrador, la cual sigue teniendo la última palabra en las definiciones estratégicas del partido.
La visita ocurre en un momento de fricciones internas. Morena en Sinaloa, como en otros estados, padece el desgaste de gobernar y la contradicción permanente entre su clase política y sus bases. La militancia reclama mayor participación, espacios de decisión y congruencia con los principios fundacionales, mientras que la élite morenista está enfrascada en la lucha adelantada por la sucesión de 2027. No es casualidad que la dirigencia nacional decida aterrizar en medio de ese clima enrarecido: cuando la casa se tambalea, se manda al bombero político.
La agenda oficial aún no se detalla, pero las preguntas flotan con insistencia: ¿vendrá Alcalde a apagar fuegos y pedir calma? ¿O vendrá a poner orden, trazando líneas claras sobre quiénes tienen luz verde para moverse rumbo a la gubernatura? Porque si es lo segundo, su presencia marcará un antes y un después en la contienda interna sinaloense.
En Sinaloa, los nombres que se barajan para la candidatura a gobernador de Morena en 2027 son conocidos: Imelda Castro, Enrique Inzunza, Tere Guerra, Juan de Dios Gámez y, en el terreno de la polémica, Gerardo Vargas Landeros. La sola posibilidad de que este último pudiera buscar acomodo en la lista genera incomodidad en la militancia. Y aquí surge otra de las interrogantes inevitables: ¿recibirá Luisa María Alcalde a Gerardo Vargas? Un gesto así, por pequeño que parezca, se interpretaría como una validación política a un personaje que enfrenta serios cuestionamientos y que, pese a haber sido desaforado, insiste en mantenerse en el tablero. Morena, que tanto presume de ética y principios, no puede darse el lujo de equivocarse en la señal que envía. El recibimiento o desaire a Vargas será un mensaje político tan fuerte como cualquier discurso oficial.
Pero volvamos al tema central: Andy López Beltrán. Si el hijo de López Obrador se suma a la gira, la visita dejará de ser un acto protocolario para convertirse en un operativo político de primer nivel. Andy es el verdadero engranaje organizativo de Morena, el que articula las candidaturas, maneja los tiempos y se asegura de que las decisiones estratégicas coincidan con la voluntad de la familia. No tiene un cargo de elección popular ni aparece en los reflectores, pero su influencia es innegable. La presencia de Andy en Culiacán equivaldría a decir que lo que ahí se defina tendrá sello de aprobación en Palacio Nacional, aunque López Obrador ya no sea presidente. Es el recordatorio de que el obradorismo sigue teniendo jerarquía en las decisiones, incluso por encima de la propia Claudia Sheinbaum, que si bien ejerce la Presidencia de la República, no controla todavía todas las piezas del tablero partidista.
El dilema para la militancia es si la visita traerá soluciones reales o será otra simulación de unidad. Morena sabe que en Sinaloa debe blindarse rumbo a 2027. No puede permitirse divisiones profundas porque el desgaste del gobierno estatal y las pugnas internas pueden abrir la puerta a la oposición, que hoy luce débil pero que podría aprovechar los resquicios que deje el partido en el poder. Luisa María Alcalde, con su estilo institucional y discursivo, seguramente hablará de inclusión, democracia interna y compromiso con la transformación. Pero lo importante no estará en sus palabras, sino en los gestos: a quién recibe, con quién se toma la foto, a quién le dedica más tiempo y, sobre todo, si aparece o no acompañada de Andy. Ese será el verdadero termómetro de su visita.
No hay que olvidar que Morena funciona bajo una lógica peculiar: las decisiones nacionales suelen imponerse a las dinámicas locales. Por eso, la pregunta que hoy se hacen en Sinaloa no es si Alcalde viene a fortalecer al partido, sino a quién viene a fortalecer dentro del partido. Porque cada movimiento, cada guiño, cada ausencia tiene una lectura inmediata en la disputa por la candidatura de 2027.
De aquí a septiembre, la expectativa crecerá. Los morenistas locales estarán atentos a la confirmación de la agenda y a los nombres que acompañen a Luisa María. Y la ciudadanía, más allá de las intrigas partidistas, tendrá derecho a preguntarse si esta visita será para escuchar a la base y corregir el rumbo o simplemente para reafirmar que el poder sigue concentrado en las mismas manos.