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Por Yamir de Jesús Valdez.-

La llegada de Antonio Menéndez de Llano Bermúdez a la presidencia municipal de Ahome no sólo representa una transición institucional forzada, sino también un giro incierto para el futuro del gobierno local. Su designación el 2 de mayo de 2025 por parte del Congreso del Estado fue producto del desafuero de Gerardo Octavio Vargas Landeros, tras la aprobación del Acuerdo Número 80 que declaró procedente su vinculación a proceso penal por presuntos actos de corrupción.

La votación fue unánime: los 38 diputados presentes respaldaron a Menéndez, un legislador con licencia del PVEM que asumió el reto de concluir el período hasta el 31 de octubre de 2027. A primera vista, parecía una oportunidad para reconstruir la legitimidad institucional del Ayuntamiento y recuperar la confianza ciudadana. Pero bastaron unas semanas para demostrar que el nuevo presidente no está a la altura del momento que le toca enfrentar.

Este lunes 23 de junio, Antonio Menéndez y su equipo de comunicación social cometieron un error político de gran calado: decidieron no pagar las facturas pendientes a medios de comunicación con contratos vigentes y firmados, y además anunciaron que no renovarán convenios para el segundo semestre del año. La justificación fue tan torpe como preocupante: “No nos interesan los medios que no tengan sede en Ahome”.

Es decir, un gobierno municipal decidió discriminar a los medios de comunicación con base en su ubicación geográfica, ignorando por completo el papel que juegan los medios estatales en la fiscalización, la cobertura y la formación de opinión pública en toda la entidad. Con esa frase, Menéndez no sólo rompió relaciones con medios que habían sido aliados del Ayuntamiento en periodos anteriores, sino que cerró la puerta a la transparencia, a la rendición de cuentas y al debate público informado.

Esta actitud no puede entenderse como una simple falta de experiencia. Denota una peligrosa incomprensión de lo que significa gobernar en democracia. Los contratos con medios no son dádivas ni favores personales: son herramientas legítimas de comunicación institucional que deben cumplir una función pública. Romperlos unilateralmente, sin sustento legal ni explicación técnica, es una forma de censura encubierta.

Y lo más grave es que lo hace un presidente que ya arrastra un problema de legitimidad de origen. Menéndez no fue electo por la ciudadanía ahomense, sino impuesto por un proceso legislativo necesario pero políticamente frágil. Su deber era comenzar su mandato con prudencia, diálogo y una apertura total a la crítica y al escrutinio público. En cambio, optó por el encierro, la confrontación y la negación del entorno político más amplio.

No debe olvidarse otro punto clave: aunque no es del mismo grupo político de Gerardo Vargas, Antonio Menéndez sí participó en el Comité de Adquisiciones del Ayuntamiento durante la administración anterior. Esa cercanía administrativa, plantea dudas legítimas sobre posibles conflictos de interés. ¿Será capaz de auditar, revisar o corregir procesos en los que él mismo participó como integrante del comité de compras? ¿Tiene la independencia suficiente para deslindarse del pasado sin caer en contradicciones?

El nuevo presidente tuvo una oportunidad de oro para trazar un nuevo rumbo, pero en lugar de hacerlo, decidió atrincherarse en una visión parroquial del poder. Subestimó el peso de los medios de comunicación estatales, desprecia el papel de la capital del estado en la dinámica política sinaloense y, en consecuencia, se ha confrontado innecesariamente con actores que podrían haber sido aliados valiosos.

Culiacán, es sede de los poderes públicos y epicentro del debate político estatal. Desde aquí se observa el desempeño de los municipios con mirada crítica, pero también con apertura al reconocimiento cuando hay aciertos. Enfrentar a los medios no es solo un mal cálculo, es una torpeza estratégica que aísla aún más a un presidente que ya comenzó con el pie izquierdo.

Ahome no puede ser gobernado con criterios aldeanos. Sus retos requieren visión regional, entendimiento institucional y vocación democrática. Menéndez está a tiempo de corregir, pero cada día que pasa sin rectificar se hunde más en una gestión marcada por la cerrazón, el aislamiento y la falta de oficio.

Porque en política no basta con ocupar una silla: hay que saber ejercer el poder con inteligencia, responsabilidad y sensibilidad. Y hasta ahora, Antonio Menéndez ha demostrado carecer de todo ello.