• noviembre 15, 2025 8:25 pm

Caja Política

| El Conocimiento es poder.

Por Yamir de Jesús Valdez.-

El 14 de noviembre solía ser una fecha de cierta solemnidad en Culiacán, el Día del Policía Municipal se celebraba con Misa en Catedral, con algún bonos y aumentos salariales, con ascensos anunciados entre aplausos y con el ánimo de reforzar la moral de quienes cargan sobre los hombros la responsabilidad de proteger a una de las ciudades más complejas del país, era una jornada para reconocer, aunque fuera simbólicamente, a quienes patrullan nuestras calles bajo un desgaste constante, sin reflectores y casi siempre sin apoyo real, sin embargo, este año la conmemoración llega envuelta en un silencio incómodo y en una profunda sensación de vulnerabilidad que recorre la ciudad.

Mientras en el calendario hoy se debería hablar de reconocimiento, en la práctica lo que domina la conversación es el despido masivo de entre cuarenta y cincuenta elementos de la Secretaría de Seguridad Pública y Tránsito Municipal, la versión que trascendió es que no aprobaron los exámenes de control y confianza, aunque la historia, contada desde dentro, huele más a recorte abrupto que a depuración quirúrgica, sobre todo porque la corporación ya opera al límite, con muy pocos policías, con pocos tránsitos y con una capacidad de respuesta reducida al mínimo.

Es cierto que las depuraciones son necesarias, nadie quiere en la calle a un policía corrupto, coludido, negligente o incompetente, pero cuando se habla de bajas masivas, en bloque, sin explicación formal, sin transparencia y sin un comunicado oficial que dé la cara, la duda crece, la sospecha se instala y el ciudadano vuelve a sentirse desamparado, como si la institución se fuera desmoronando pieza por pieza.

Porque, siendo sinceros, cuesta creer que de un día para otro hayan descubierto que decenas de policías no eran aptos, si esos exámenes se aplican con tanta periodicidad y si durante años nadie informaba de bajas significativas por ese motivo, ¿por qué ahora? ¿por qué tantos? ¿por qué así, sin más? Y sobre todo, ¿quién garantiza que detrás de este movimiento no hay un ajuste de nómina disfrazado de “control y confianza”?

El silencio oficial tampoco ayuda, ninguna autoridad ha salido a explicar lo que ocurre, no hay postura del Ayuntamiento, ni del alcalde, ni del secretario, ni de los mandos de la corporación, no hay datos, no hay contexto, no hay claridad, solo trascendidos y rumores, y eso, en una ciudad que vive con los nervios de punta, es gasolina pura.

Mientras tanto, Culiacán sigue viéndose como una ciudad sitiada, los retenes militares se han vuelto parte del paisaje urbano, los convoyes del Ejército cruzan las avenidas con la naturalidad que antes tenían las patrullas municipales, y el ciudadano se va acostumbrando a que la seguridad recaiga en manos federales o castrenses, mientras la policía civil se adelgaza, se fragmenta y se vuelve casi simbólica.

Hace unos meses todavía veíamos a los tránsitos haciendo presencia, dirigiendo el tráfico, levantando infracciones, apoyando en accidentes, cubriendo operativos, hoy casi no hay, se desvanecieron entre cambios administrativos, despidos y ajustes internos, y esa pequeña sensación de orden, esa presencia que aunque fuera limitada por lo menos existía, se fue apagando.

Culiacán, así, queda atrapada en un extraño limbo: sin policías suficientes, sin tránsitos visibles, con despidos masivos sin aclaración, con el Ejército tomando tareas que deberían ser del municipio, con una ciudadanía que ya no sabe a quién acudir cuando necesita apoyo y con un gobierno local que parece hacer todo, menos comunicar.

Lo verdaderamente grave es que este panorama se da justo cuando más necesitamos una policía cercana, capacitada y confiable, porque la ciudad no solo enfrenta delitos de alto impacto, también enfrenta robos, violencia cotidiana, conflictos viales, situaciones que requieren una autoridad civil presente y funcional, no solo la fuerza militar que opera de forma reactiva.

El Día del Policía debería servir para reflexionar sobre la importancia de fortalecer la institución, de dignificar el trabajo de los agentes, de invertir en capacitación, de mejorar condiciones laborales, de generar confianza entre los ciudadanos, pero este año la reflexión es otra, más triste y más honda, porque llega con la sensación de que estamos perdiendo, poco a poco, lo poco que teníamos.

Y la pregunta que queda flotando, inevitable, casi dolorosa, es la misma que muchos se hicieron al ver los retenes, al enterarse de las bajas, al saber que no hay explicación, al caminar por la ciudad sin señal de autoridad civil:

¿Y ahora quién podrá defendernos?

La respuesta, por desgracia, sigue en el aire, porque mientras las instituciones se encogen y los servidores públicos callan, la ciudadanía se queda sola, expuesta, en una ciudad donde la seguridad se convirtió en un recuerdo y la incertidumbre en una sombra que nos acompaña a todos.

Culiacán no necesita celebraciones simbólicas, necesita políticas reales, necesita policías suficientes, necesita mandos responsables, necesita instituciones que den la cara, que expliquen, que respondan, que no escondan la información bajo el tapete, porque la seguridad no se construye con silencios, se construye con decisiones claras y con presencia real en las calles.

Hoy, en lugar de Misa, bonos y ascensos, tenemos dudas, recortes y una ciudad preguntándose hacia dónde vamos, y lo peor es que nadie, absolutamente nadie, parece dispuesto a responder.