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Columna: La voz de los días | El alma del pueblo

PorRedacción

Nov 23, 2024

Cada hombre es el más hombre si camina con orgullo y si pelea con respeto.

―El Quicón Uriarte

El corrido es una expresión de la música popular mexicana que a lo largo de su existencia ha logrado múltiples transformaciones estéticas, pero manteniendo su núcleo intacto. Desde los corridos nacidos en las rancherías del norte del país a finales del siglo xix, hasta los actuales y muy controversiales corridos tumbados, pasando en medio por los corridos revolucionarios, los corridos de caballos y, durante la década de los setentas, el inicio de los corridos basados en narcotráfico; el corrido sigue narrando aquellas historias de hombres y mujeres luchando contra las impericias de la vida, de aquellas noticias, como en sus inicios, que no llegan tan fácilmente a todos lados, pero cuando llegan, su diseminación es inmediata.

Según Vicente T. Mendoza: “El corrido surgió como una necesidad del pueblo para narrar y perpetuar los acontecimientos que marcaban su vida cotidiana: las gestas heroicas, las tragedias y las injusticias. Así, el corrido se convirtió en una suerte de ‘periódico oral’ que informaba, educaba y entretenía”. Esto enmarca, no sólo la necesidad de noticias, sino la necesidad de historias, héroes, entretenimiento e identidad, algo profundamente humano, pues, incluso entre los primeros humanos nómadas, ya existían historias de hombres valientes que caían en desgracia y se levantaban sobre sus iguales para lograr hazañas que les inmortabilizarían el nombre. De aquí surgen los mitos y leyendas, mismos, que al igual que el corrido, se transmitieron de manera oral.

Pero el corrido no sólo se basa en el storytelling de las hazañas; esta tradición también se puede considerar una costumbre educativa o social, es decir, algunos corridos llevan mensajes éticos morales y de usos y costumbres de ciertos pueblos, y que buscan construir una ideología entre quienes escuchan.

Para Mendoza, “muchos corridos, al relatar las desgracias de quienes se apartan del camino recto o exaltando las virtudes de los héroes populares, funcionan como vehículos de enseñanza moral para las comunidades que los cantan y escuchan”. Ejemplo de esto tenemos el corrido El hijo desobediente, popularizado por Antonio Aguilar y que relata la historia de un hombre que, al desobedecer al padre, y buscar pelea con alguno otro que no se menciona dentro del relato, lo que termina encontrando es la muerte.

Otro ejemplo puede ser el corrido Dos monedas, escrito y cantado por Ramón Ayala. En él un padre alcohólico obliga a su hijo a pedir limosna para seguir costeando la bebida, llegado el día en el que el niño no cubre la cuota mínima, el hombre, enfurecido, decide, después de golpearlo, dejarlo en la calle en pleno invierno. La consecuencia es brutal. El niño muere de “hambre y de frío”, como se canta en el corrido, y la canción termina con el mensaje moral: “Por borracho perdí yo a mi hijo / y a mi esposa que tanto adoraba. / Yo le quiero pedir a los padres / que no le hagan un mal a sus hijos. / Tal vez dios me mando este castigo / por tirarme a la senda del vicio”.

Estas enseñanzas terminaban por formar la ideología y cosmovisión de las localidades apartadas, puesto a que, al no llegar escuelas públicas y los profesores del entonces, al verse limitados por presupuestos y localizaciones geográficas, simplemente se desatendían, el corrido, ya sea llegado por músicos errantes, la radio o por discos, a mediados del siglo xx, lograba establecer una comunicación directa con las generaciones que crecían con ellos y al admirar o despreciar  los valores de los personajes mencionados, querer ser como ellos.

Un ejemplo de esto dentro de la literatura contemporánea es el Quicón Uriarte, personaje principal de la novelan Del famoso y nunca igualado corrido del Quicón Uriarte, escrita por el sinaloense Miguel Tapia Alcaraz. En esta novela de corte quijotesco, el protagonista, al igual que el hidalgo de La Mancha, cae en manía, pero a diferencia de su contraparte española, el Quicón enloquece gracias a los corridos, y emprende una campaña por la sierra y costa sinaloense en búsqueda de hazañas que le hagan ganarse el honor de formar parte de un corrido.

Así mismo el Quicón, nacido en la sierra de Badiraguato, criado en el rancho, se vio sometido a esta condición formadora de los corridos, lo que provoca que, a lo largo de la novela, este actúe como personaje de uno de ellos y que los valores como la valentía y la justicia, sean su guía moral, pero también la soberbia y esa necesidad de admiración malsana, como también suele suceder con algunos de los personajes de los corridos. El Quicón, a diferencia del Quijote, termina mal parado, sus acciones tienen consecuencias severas y le son cobradas.

Las diferencias entre el corrido y las novelas de caballería son claras: en los corridos las consecuencias son reales y severas. No debemos olvidar que el corrido tiene una base real, y esta realidad aparente termina por encontrar a sus personajes en uno u otro sentido, o como dice Antonio Avitia Hernández: “El corrido no perdona. Los personajes que actúan con rectitud o valentía pueden encontrar un final trágico, pero siempre con dignidad. En contraste, los traidores o cobardes son condenados al desprecio, tanto en la narrativa como en la memoria colectiva”. Por lo tanto, es lógica esta distinción entre ambos quijotes ya que responden a sus respectivas tradiciones de derrota y castigos morales.

Los corridos han sido más que canciones o “periódicos orales”, desde épocas previas a la revolución han presentado un carácter de formación ética, donde se promueven usos y formas correctas para la cosmovisión de un pueblo, quien aprende y crece con estos personajes herores-villanos, mismos que, como dice Mendoza: “representan los arquetipos del bien y el mal según la percepción popular. El héroe es valiente, justo y leal, mientras que el traidor o el villano enfrenta inevitablemente las consecuencias de sus actos”, y que al ser sumados, dan como resultado, la identidad de una comunidad; el alma del pueblo.

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