RESEÑA
“Comunidades indígenas. Reformas liberales y lucha por la tierra en el norte de Sinaloa, 1860-1940” de Pedro Cázares Aboytes. Un libro para entender la evolución del Norte de Sinaloa.

La lucha por la tierra y el movimiento obrero en Sinaloa es un tema que se ha abordado en la Historia desde diferentes perspectivas y con distintas voces. A pesar de eso, tener un trabajo como Comunidades indígenas. Reformas liberales y lucha por la tierra en el norte de Sinaloa, 1860-1940, del Doctor Pedro Cázares Aboytes nos reafirma que todavía hay mucho que decir y mucho que entender y es, sin duda, un gran aporte a la investigación histórica de nuestro estado y de nuestro país. El libro comienza por hacer un recorrido geográfico y cultural del norte de Sinaloa, en específico del distrito municipal de El Fuerte.
La descripción del espacio geográfico, de las riquezas naturales, el paseo por el río Fuerte, va delineando ese contexto sobre el que se construirá la investigación de Aboytes. El lector entiende por qué ese lugar fue después motivo de disputa entre las tribus indígenas y grupos de poder, nacionales y extranjeros. Un espacio favorable para la bonanza, pero que antes de conseguirla, pondría a prueba a cada uno de los valientes que se atrevieron establecerse ahí. En las primeras páginas se hace un esbozo de lo político y lo económico, pero no será sino hasta su capítulo dos que veremos a los dueños de lo uno y lo otro.
Mucho se ha hablado de personajes como Francisco Orrantia, Zacarías Ochoa o Stephen Zakany, pero considero que la labor, hasta cierto punto, prosopográfica, de Aboytes, es fundamental para comprender a estos personajes que, en muchos sentidos, han sido calificados de villanos, de antagonistas históricos. Pedro nos da una visión amplia de lo que estos personajes significaron para el progreso del norte de Sinaloa, para la industria azucarera, por ejemplo, en la que, personas como Orrantia fueron pioneros y piezas fundamentales para que la misma pudiera instalarse.
Algo que siempre me ha llamado la atención es la transformación de los espacios con la llegada de nuevos grupos, tecnologías, etc., y Aboytes lo refleja muy bien en este libro. Podemos ver cómo la agricultura y su evolución modificó por completo el espacio físico del Valle de El Fuerte. Poco a poco, las formas primitivas de siembra fueron tornando a unas más modernas: la apertura de tierras, de canales de riego, la instalación de bombas centrífugas movidas por motores a vapor y la distancia, cada vez mayor, de las siembras de las vegas del Río. Sin duda debió de ser una imagen que se movió entre lo asombroso y aterrador para los grupos indígenas que veían cómo su mundo se transformaba y las tierras les eran arrebatadas. Esto nos lleva a hablar de su lucha. El acaparamiento de tierras, el deslinde de terrenos y la especulación, trastocó la vida de los grupos indígenas al punto de que se vieron en la necesidad de tomar las armas para defender el derecho milenario que tenían en el valle. Pedro analiza los levantamientos de indios mayos en 1859, de indígenas de los distritos de El Fuerte y Sinaloa y los pronunciamientos de los jefes indígenas de Mochicahui, San Miguel y Camayeca. La mayoría de los levantamientos fueron aplastados por el gobierno, y aunque muchos conflictos terminaron en repartición de terrenos, no estamos ni de cerca de hablar de victorias reales para los grupos indígenas.
Algo más para destacar en este libro es la valoración de las Leyes de Reforma que hace Pedro, sacándolas del discurso patrio y demostrando que, si bien fueron parte del progreso histórico del país, su aplicación no significó la mejora inmediata. La transición y el reparto fue lento y burocrático. El beneficio, tendió más a la exclusión antes que a la inclusión, favoreciendo principalmente a hacendados, nacionales y extranjeros. El temor de perder los derechos de sus propiedades estaba a la vuelta de la esquina. También, hay que decirlo, Aboytes no se olvida de los casos excepcionales, por ejemplo, aquellas comunidades que sí consiguieron acuerdos con el gobierno para el reparto de tierras, entre ellas están las de Tehueco y Tesila y actores indígenas que consiguieron una mejor posición económica que muchos mestizos, como fue el caso de Albino Galaviz.
Aboytes delinea situaciones que nos recuerdan perfectamente a los granjeros de la novela “Las uvas de la ira”, de Steibeck, perseguidos por ese monstruo que es el poder capitalista y que lo absorbe y consume todo. Otros han apuntado, que la historia es el triunfo eterno de la injusticia y el trabajo de Pedro me hace pensar en lo cierto de esta frase. Comunidades indígenas. Reformas liberales y lucha por la tierra en el norte de Sinaloa, 1860-1940, es sin duda una pieza más en el rompecabezas de la identidad de nuestro estado, de la evolución de una región por demás importante de Sinaloa y de México.
Es un trabajo que abona a la investigación mexicana y la fortalece. Pedro Cázares Aboytes ha demostrado con este libro que su labor como historiador va más allá de registrar y exponer, que en su búsqueda científica por la verdad, se preocupa por encontrar el sentido de las fuentes, de interpretarlas, y trazar con ellas un camino no solo histórico sino narrativo y comprometido.