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Columna: Los siete locos | El menonita Zen, la representación de un mundo que se fue al carajo y aún no lo sabe.

El menonita Zen, la representación de un mundo que se fue al carajo y aún no lo sabe.

Por: Hernán Arturo Ruiz

Carlos Velázquez es uno de los grandes rockstars de la literatura mexicana. Nació en el Norte de México en 1978 y su obra se compone de cuentos, novelas y libros de no ficción que desgranan con humor y acierto la realidad de nuestro país. Después de darse un break de cinco años del género del cuento, vuelve al ring con El Menonita Zen (Océano, 2023), un libro que sacude al lector con historias mordaces y contundentes.

La primera historia arranca con una serie de frases sencillas, pero tajantes. Breves. “Algunas parejas viven en armonía. Otras no. A algunas parejas las une el amor. O la soledad. A otras el sexo.”, escribe Carlos, y ya desde ahí uno quiere saber qué clase de dupla será la que protagonice esta historia. Pero el jalón de pestañas se vuelve más firme cuando el autor involucra a una banda de punk, y después de que uno de los integrantes de esa banda se quita la vida y los protagonistas se van a vivir a su casa de plano ya no sueltas el libro. Lo anterior no es spoiler, o al menos no del todo, porque lo que viene después es lo realmente fregón: La estructura, la complejidad, el lenguaje fluido y la maestría con la que Carlos alimenta el conflicto. Terminas la historia con ganas de que también se hubiera llamado, muy a lo Bolaño, algo así como: “Una novelita punk”, y con la sensación de que José Agustín y Elena Garro tuvieron un hijo y le pusieron Carlos Velázquez, y se lo regalaron a Carlos Fuentes. Cuando lean el cuento entenderán a qué me refiero.

No hay descanso. Las siguientes historias te introducen en la vida de personajes abatidos, viciosos y absurdos. Tenemos, por ejemplo, a Rafael, el payaso con deseos fratricidas, el hombre que después de tantos madrazos, a fuerzas quiso reír, y pensó que con el maquillaje y el traje sería suficiente. Que dejaría atrás su sufrimiento. Pero, ¿qué creen? Además de que no hay descanso, no hay salida. Rafael, el payaso uber, Rafael, el payaso sordo. La broma andante. Creo que tenía rato sin sentir tanta compasión por un personaje, incluso me recordó un poco a Bartleby y la frase final con la que Melville remata esa historia: “Oh, humanidad”.

Carlos Velázquez tiene la capacidad de envolverte, de conducirte con un lenguaje sencillo (que lograrlo siempre me ha parecido de lo más difícil), a finales corrosivos, que dejan al lector reflexionando por un buen rato sobre lo que acaba de leer (de pasar). Todavía, por ejemplo, pienso en lo bizarro que es un menonita que de pronto decide convertirse al budismo zen, que se empina el Tonayán como si fuera una coquita de vidrio a las dos de la tarde de un caluroso día culichi y que su sueño es cuidar elefantes. Un personaje violentado, propenso al abuso.

Unas veces con estilo melancólico y otras más dicharachero, en los cuentos de Carlos podemos encontrar pláticas de fantasmas, sobre seres de otros mundos o sobre cómo combatir el deseo sexual por los cuerpos obesos. Del punk más sórdido y callejero, al canto de Juan Grabiel y el reggetón que ameniza las fiestas de los más fitnes del gimnasio. No quiero ni imaginar el desmadre que Carlos ha de traer con el algoritmo de su Spotify. 

El menonita Zen se conforma por siete cuentos de largo aliento, que reflejan los años de darle duro al teclado. De escribir y borrar, y echarse el rol por la vida para ver qué le pide fiado o ya de plano le arrebata. De explorar lo que le gusta, lo que le divierte y lo que le inquieta y, ¿por qué no? Lo que le duele. La precisión con la que Carlos coloca cada frase o construye cada imagen en este libro reafirman el lugar que se ha ganado durante todos estos años en la literatura mexicana. Leer este libro de cuentos no es para descansar, sino para soltar la risa, para enchilarse, para cuestionar y revaluar la realidad a través de la ficción. Algunos libros te dejan igual que como estaban antes de leerlos. Otros, como el de Carlos Velázquez, no.

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