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¿El quiebre de MORENA?

La incertidumbre que rodea el posible desafuero del presidente municipal de Ahome, Gerardo Vargas Landeros, es un tema candente en la política Sinaloense. Personalmente, considero que avanzar hacia este procedimiento podría significar uno de los más grandes desaciertos políticos del gobierno de Rubén Rocha. Esta acción no solamente abriría un nuevo capítulo de crisis interna en el partido Morena en Sinaloa, sino que también podría consolidar un fracaso monumental para la administración actual.

Los antecedentes históricos de fricciones dentro de Morena, materializados en casos como el del ex-alcalde de Mazatlán, el “químico” Benítez, o el conflicto en Culiacán con Jesús Estrada Ferreiro, nos muestran que las divisiones en este partido no son nuevas y pueden tener repercusiones devastadoras. La relevancia de estos antecedentes radica en que cada lucha interna debilita la estructura del partido, y el desafuero de Vargas Landeros podría ser el evento detonante.

Además, hay que considerar el impacto que esta situación podría tener en otros actores políticos, como el diputado Genaro García, quien también se ve involucrado en este contexto. La supuesta irregularidad que la Auditoría Superior del Estado (ASE) plantea contra él podría desencadenar un efecto dominó que amplifique el conflicto. La interrelación entre ambos casos hace que la resolución de este conflicto sea aún más tangible y comprensible; sin embargo, la manera en que se ha presentado hasta el momento deja mucho que desear.

Un aspecto crucial que debemos analizar es por qué un asunto administrativo se ha transformado en algo político y penal. La ley es clara en cuanto a los procedimientos que deben seguirse: aclaraciones, subsanaciones y, eventualmente, reparaciones de daño. Es en esta etapa donde debería haber una mayor claridad por parte de los diputados, especialmente de la comisión de fiscalización. Una exposición detallada desde el origen del conflicto ayudaría a desentrañar la complejidad del problema y a ofrecer un marco legal que sustente cualquier decisión futura.

Sin embargo, la dualidad existente en el ámbito mediático complica esta percepción. A menudo, las distinciones entre lo legal y lo políticamente conveniente no son claras, lo que genera confusión y desconfianza en la ciudadanía. En este sentido, es importante que los funcionarios actúen con transparencia y se adhieran a los principios legales.

Es difícil no recordar el caso del ex-gobernador Quirino Ordaz Coppel, quien fue acusado de mal manejo de recursos públicos y cuyo desfalco es diez veces mayor al que se arguye contra Vargas Landeros. Este ejemplo resalta la inconsistencia en la aplicación de la ley. Si los mismos diputados que ahora cuestionan a Vargas Landeros no se han atrevido a exigir justicia frente a la transgresión notable de Ordaz, surge una inquietante pregunta: ¿por qué aplicar la ley de manera selectiva?

Es indudable que las acusaciones contra Gerardo Vargas Landeros son serias y deben ser tratadas con la atención que merecen. Sin embargo, su caso es distinto y debe ser evaluado de manera objetiva, evitando caer en el linchamiento político. Dicho análisis debe enfocarse en la observación específica del ejercicio administrativo del municipio de Ahome.

Al final del día, lo que está en juego es la credibilidad de las instituciones y de la propia clase política en Sinaloa. Las decisiones tomadas en estos momentos tienen el potencial de definir el futuro no solo de un líder, sino del rumbo de Morena en el estado. Lo que se espera es que prevalezca un análisis riguroso, fundamentado en la ley, que garantice que la justicia no sea una herramienta de persecución, sino un principio rector que asegure la equidad para todos.

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