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MORENA y su indiferencia.

Por Jose Luis Lopez Duarte.-

    Este lunes, Sinaloa se vio sacudido por uno de los episodios más trágicos de la guerra entre las facciones del crimen organizado. La imagen de 20 cuerpos humanos sobre un puente no solo es un cuadro de terror en su máxima expresión, sino un recordatorio brutal del estado de descomposición y desamparo que enfrenta la sociedad sinaloense. El pánico se ha instalado, y la población no hace más que esperar una respuesta del gobierno estatal, que en esta ocasión se vio representado por Rubén Rocha y su secretario de gobierno, Feliciano Castro.

    Lo que la ciudadanía recibió fue una irresponsable falta de respuesta. En lugar de abordar directamente el horror que vive Culiacán, el secretario Castro se escudó tras una “justificación” sin sustancia, alegando que las autoridades competentes darían información sobre el caso. Este argumento es insostenible y revela una profunda desconexión con la realidad; como si el gobernador y su secretario no tuvieran ningún papel que jugar en la crisis que enfrenta el estado. La frustración crece al darse cuenta de que quienes están al mando parecen más interesados en eludir su responsabilidad que en brindar consuelo o soluciones a una sociedad atemorizada.

    No podemos permitir que nuestras autoridades actúen como merolicos, brindando un espectáculo de palabras vacías cuando la sociedad clama por información y apoyo real. ¿Acaso es posible que un personaje como Feliciano Castro, que se sienta en un despacho en la capital, ignore lo que ocurre a su alrededor? La omisión de información y la falta de acciones concretas ante el clima de terror que permea Sinaloa son inaceptables. Ya han pasado casi diez meses desde que las masacres comenzaron a marcar la vida diaria de los culiacanenses y su entorno, y el hecho de que no se disponga de un sistema de información claro y efectivo resulta inquietante.

    Más preocupante aún es la posibilidad de que las autoridades federales operen sin coordinación con el estado, lo que podría indicar que ya no les importa lo que sucede en esta región. El daño emocional, moral y económico en Culiacán es profundo; ni la empatía ni una respuesta digna de un gobierno que atraviesa una crisis pueden darse por sentadas. La imagen de un gobierno que no tiene la capacidad ni la voluntad de reaccionar ante la barbarie es patética. La falta de liderazgo y compromiso se traduce en sufrimiento colectivo, y lamentablemente hay quienes, en las altas esferas del poder, sólo parecen dispuestos a estar en un lecho de rosas.

    La situación es insostenible. En medio de un clima de miedo y desesperanza, urge que aquellos que ocupan cargos de autoridad tomen conciencia de la gravedad de su responsabilidad. La indiferencia y la inacción solo perpetúan el ciclo de violencia y desconfianza. Lo que está en juego va más allá de las estadísticas; se trata del futuro de una sociedad que merece ser escuchada y protegida.

    Los culiacanenses no quieren más promesas vacías; exigen acciones y respuestas contundentes. Un gobierno que no actúa, que no siente el dolor de su gente, es un gobierno fallido. La incapacidad de los líderes estatales para enfrentarse a la cruda realidad que asola a Sinaloa habla de una pérdida de rumbo y de la urgente necesidad de un cambio radical, que inicie desde lo más alto hasta las raíces de nuestra sociedad. Ya es tiempo de que nuestros gobernantes dejen de lado la vergüenza que parece haberse agotado y enfrenten con firmeza los retos que necesitan resolución inmediata. El bienestar de Sinaloa depende de ello.