Por Jose Luis Lopez Duarte.-
En el escenario político mexicano, donde las ambiciones personales a menudo opacan el bienestar social, emergen propuestas que, aunque pueden parecer atractivas a primera vista, esconden una realidad más compleja y problemática. Un claro ejemplo de ello es el reciente programa anunciado desde Sinaloa, cuyo objetivo es reducir el precio de la tortilla en 50 centavos en los próximos seis meses. Esta iniciativa, impulsada por un grupo de políticos locales con ansias de posicionarse en el ámbito nacional, ha generado una ola de críticas que resalta las deficiencias en su planteamiento y ejecución.
La idea de crear una alianza entre productores de maíz y tortilleros para homogeneizar el precio de la tortilla a nivel nacional es, sin duda, ambiciosa. No obstante, resulta evidente que los autores de este plan no han tomado en cuenta la diversidad y complejidad del sector. En un país donde aproximadamente el 60% de los tortilleros operan en la informalidad, alcanzar un consenso y establecer un precio único es, al menos, un reto monumental. Según el secretario general de la Cámara Nacional de Producción de Masa y Tortilla, Martin Martínez, existen alrededor de 110,000 establecimientos dedicados a esta actividad, muchos de los cuales desconocen los términos del convenio firmado entre la presidenta Claudia Sheinbaum y el gobierno de Sinaloa.
Las críticas a este programa no se han hecho esperar. Desde la industria de la harina de maíz hasta organizaciones de tortilleros y productores de maíz, se han manifestado en contra de una propuesta que parece más una ocurrencia que un proyecto bien fundamentado. La falta de diálogo y promoción con los involucrados ha generado desconfianza y confusión, haciendo evidente que la estructura que sostiene esta iniciativa es frágil y carente de sustento.
Uno de los aspectos más preocupantes es la promesa de destinar 500 millones de pesos para modernizar y eficientar la industria de la masa y la tortilla. A simple vista, la cifra puede parecer significativa; sin embargo, en un contexto donde no hay un plan claro que respalde estos recursos, se convierte en un simple número vacío. Los tortilleros y productores de maíz carecen de claridad sobre cómo esta inversión impactará positivamente en sus operaciones y, lo que es más importante, en el precio final de la tortilla.
Asimismo, la oferta de subsidios o incentivos para la producción de maíz, que podría paliar la situación crítica de los agricultores, aún no se materializa. Con un precio de mercado que ronda los $5000 por tonelada y un costo rentable estimado en $7000, la situación es insostenible para quienes dedican su vida a cultivar este grano esencial. Sin un respaldo efectivo y concreto, es difícil imaginar cómo se alcanzará el objetivo de abaratar el precio de la tortilla, un alimento básico para millones de mexicanos.
Cada pronunciamiento que surge desde la esfera política sobre este tema debe ser analizado con cautela. La gestión de la Cuarta Transformación (4T) ha estado marcada por discursos grandilocuentes que muchas veces no se acompañan de acciones efectivas. Si para 2025, el kilo de maíz alcanza un valor de $5, y con ese kilo de maiz se estima que producirá 1.8 kg de tortillas que se venderán a $50, la disparidad es abrumadora. Aparentemente, la estrategia de estos políticos se basa más en la búsqueda de protagonismo que en el genuino interés por solucionar problemas estructurales.
El reto de abaratar el precio de la tortilla no debe ser utilizado como un mero recurso retórico para fines electorales. Es fundamental que cada propuesta esté respaldada por un análisis riguroso y un diseño estratégico que contemple las realidades del sector. De no ser así, corremos el riesgo de perpetuar una dinámica de promesas vacías que sólo alimentan la frustración de aquellos que realmente trabajan arduamente para garantizar un alimento básico en la mesa de los mexicanos. En última instancia, es necesario que nuestras autoridades dejen a un lado las ambiciones personales y se concentren en construir un futuro donde la producción y el precio de la tortilla respondan a las necesidades de quienes realmente sostienen esta industria.