Por Jose Luis López Duarte.-
La situación de los municipios recién creados en Sinaloa, especialmente en el caso de Eldorado, suscita una creciente preocupación entre sus habitantes. Después de ocho meses de vida como entidad municipal, El Dorado parece estar atrapado en un ciclo de ineficacia y desilusión, pasando el tiempo como un borracho que se cae y se levanta sin rumbo claro. La administración municipal ha recibido un apoyo financiero significativo; sin embargo, la falta de aptitud de sus autoridades es evidente.
El Congreso de Sinaloa aprobó 100 millones de pesos para facilitar la transición de esta sindicatura a municipio, pero los resultados hasta el momento son desalentadores. Los ciudadanos claman por regresar a la época en que pertenecían a Culiacán, considerando que los servicios básicos han empeorado en lugar de mejorar. Entre los problemas más críticos se encuentra el sistema de recolección de basura, que opera con camiones viejos y casi siempre ineficientes; solo dos camiones funcionan regularmente, lo que limita la recolección a una vez por semana. Para agravar la situación, la falta de un sitio adecuado para la disposición de residuos ha llevado a un conflicto directo con la población de la sindicatura de Quila.
Eldorado está conformado por tres sindicaturas: Las Arenitas, Sánchez Celis y El Atoron. Sin embargo, ninguna goza de instalaciones adecuadas ni de apoyo constante del municipio, lo que ha generado roces entre los vecinos y el cabildo local. La situación económica es igualmente alarmante. Del impuesto predial rústico que le corresponde a estos municipios aún no ha llegado ningún recurso, y los 100 millones de pesos prometidos por el gobierno estatal se entregan de forma fragmentada, sumiendo al municipio en una parálisis administrativa que impide cualquier avance significativo.
Los ciudadanos están frustrados. Muchos sienten nostalgia por los tiempos en que eran parte de Culiacán, cuando la prestación de servicios como la recolección de basura, el alumbrado público y la seguridad eran, al menos, previsibles. En contraste, el nuevo estatus de municipio ha traído consigo una falta de atención y recursos que han agravado su calidad de vida.
Desconocemos cuál será la suerte de Juan José Ríos, el municipio número 19, pero la experiencia de El Dorado ofrece un atisbo de lo que podría esperarse. Antes de su municipalización, Juan Jose Rios contaba con el respaldo de Ahome y Guasave. Ahora, igual que El Dorado se rasca con sus propias uñas ante la indiferencia de su nuevo estatus.
Este fenómeno pone en relieve la desconexión entre la ideología política y las realidades sociales, económicas y culturales. La ilusión del cambio no ha considerado los matices necesarios en el contexto de los municipios que surgen bajo premisas de autonomía y autogestión. Desde que comenzó el movimiento de municipalización en 1990, diversos movimientos locales clamaron por este proceso, pero las reformas políticas que surgieron —como la elección de síndicos y el establecimiento del impuesto predial rústico— debilitó la presión para que esas demandas se concretaran en la creación de nuevos municipios.
Sin embargo, la llegada de Morena y su interés por revitalizar las antiguas reivindicaciones ha vuelto a agitar una cuestión que parecía olvidada. El desafío radica en que la municipalización no debe ser solo un cambio administrativo, sino un compromiso real hacia el desarrollo y bienestar de la comunidad. De lo contrario, municipios como Eldorado seguirán siendo testimonios de oportunidades perdidas, cayendose y levantandose sin rumbo.