Desde el 9 de septiembre la dinámica social en Culiacán ha cambiado. Los antros empezaron a anunciar tardeadas y los bares, desayunos.
Las redes sociales siempre han servido como termómetro del sentir de la ciudadanía. Y es que las opiniones se dividen en dos: gente que externa que se debe salir y apropiarse de los espacios.
Mientras que otros, castigan como un acto de irresponsabilidad, que las personas busquen hacer su vida normal.
¿Quién está mal y quién está bien?
En la sociología del crimen, la percepción de inseguridad se define como “la respuesta emocional a la percepción de símbolos relacionados con el delito”, es decir, se configura a partir de las percepciones individuales o colectivas sobre el delito.
El autor, Gabriel Kessler, señala que la percepción de inseguridad es una emoción que requiere una base cognitiva y un juicio axiológico en el sentido de que se debe considerar que lo temido es algo peligroso o amenazante por ciertas razones. En este contexto, “la base cognitiva, aunque es socialmente compartida, no necesariamente es homogénea”y la temporalidad es central, a partir de que la emoción de miedo “no es fija, sino dinámica y resignifica hechos del pasado”.
Aquí no se trata de dar razones, sino de cuestionarnos: ¿por qué deberíamos quedarnos en casa como si se tratara de una pandemia?
El Estado debe brindar a la ciudadanía seguridad y protección ante hechos de la magnitud que se viven en Culiacán, Sinaloa. En este sentido, como sociedad civil, se debe cuestionar al gobernante y su comitiva, quienes con nuestros impuestos, deberían hacer valer nuestros derechos humanos.
Sin embargo, las emociones han estado a flor de piel, lo que ha dividido a la comunidad culichi, quedando como parte del problema de inseguridad, las personas que deciden vivir su vida, salir a cenar, asistir a eventos como un maratón deportivo o un partido de béisbol.
¿Y tú de qué lado estás?
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