Sinaloa se encuentra al borde de un precipicio político, un choque de trenes que podría agravar aún más la ya precaria situación que enfrenta el estado. La inminente sesión de comisiones en el Congreso del Estado, programada para este lunes, amenaza con desencadenar una tormenta política al aprobarse un dictamen que busca destituir a Gerardo Vargas Landeros, presidente municipal de Ahome.
Este no es un asunto menor. Vargas Landeros, un político de vasta experiencia y trayectoria, forjado en diversas trincheras partidistas, no es un actor que se dejará descarrilar fácilmente. Su pasado como hombre fuerte del maloísmo le ha dotado de un profundo conocimiento de la operación política y una extensa red de información sobre la clase política actual.
La destitución, que se consumaría con una votación en el pleno del Congreso, no solo representa un golpe a su honor y una amenaza a su libertad, sino que también pone en jaque su carrera política. Detrás de esta maniobra, se vislumbra la intención de obstaculizar sus aspiraciones a la gubernatura en 2027.
La situación es explosiva. En un estado ya asolado por la violencia y una crisis económica derivada de la misma, añadir una crisis política es un acto de irresponsabilidad. Sinaloa necesita, con urgencia, una clase política que trabaje en sinergia, que abandone la pasividad y la negación, y que se dedique a resolver los problemas que aquejan a la población.
Si el Congreso del Estado consuma este golpe político, Vargas Landeros, sin duda, se defenderá con vehemencia. Conoce las reglas del juego y posee la información necesaria para poner en jaque a sus adversarios. El resultado podría ser un enfrentamiento de proporciones considerables, con consecuencias imprevisibles para la estabilidad del estado.
El pronóstico es reservado y poco alentador. El funcionamiento de los servicios públicos, ya precario, se verá aún más comprometido, afectando directamente a la población. En lugar de sumar incertidumbre a un panorama ya sombrío, Sinaloa necesita líderes que prioricen el bienestar de sus ciudadanos. La pregunta es: ¿estará la clase política a la altura de las circunstancias? Solo el tiempo lo dirá, pero el reloj corre y el choque de trenes se acerca.