El ex presidente Andrés Manuel López Obrador fue un critico permanente del neoliberalismo económico, una ideología que en México se instauró desde 1982 con la llegada de Miguel de la Madrid a la presidencia del país. Esta forma de pensamiento enaltece la privatización sobre el papel del estado, al cual reduce básicamente a un ente cobrador de impuestos y regulador del «mercado libre».
El detalle está en que la Cuarta Transformación etiqueta de la actual filosofía de gobierna, la cual lleva siete años en la presidencia y con hegemonía en el poder legislativo y los gobiernos estatales, no ha abandonado en los hechos las prácticas neoliberales. La principal prueba de ello, es que el mismo AMLO recurrió a megaproyectos pasando por encima de comunidades indígenas y locales y favoreciendo a grandes corporaciones como las beneficiarias del dinero público como hacedoras de esas grandes obras, peor aún involucro al ejército como un actor clave en dicho entramado.
La presidenta Claudia Sheinbaum recientemente presentó los «Polos de desarrollo», en los que nuevamente hay algunos proyectos sumamente neoliberales, que anteponen los intereses corporativos, incluso muchos de ellos extranjeros por encima del territorio y las comunidades mexicanas que habitan ecosistemas clave, que bajo la óptica neoliberal conciben a la naturaleza solo como un recurso explotable.
En Sinaloa, la amenaza está en cinco proyectos, cuatro de ellos sobre las costas de Ahome, en la convergencia de las Bahías Santa María, Ohuira y Topolobampo. Se trata de la polémica planta de Amoniaco de Grupo Petroquímica de Occidente cuya amenaza comenzó hace 12 años con la destrucción de mangle, y se le han sumado un proyecto para una planta de Metanol, uno más para gas natural y un cuarto para producción de Hidrógeno verde, todos representan una amenaza a la población y el ecosistema de la sindicatura de Topolobampo, Sinaloa.
La quinta amenaza está en el proyecto del Puerto Dimas, la pretensión de convertir en un puerto logístico la costa de San Ignacio con un estudio de impacto ambiental que hasta hoy se desconoce, en la zona hay múltiples cooperativas pesqueras que viven de la pesca ribereña entre las playas de Dimas y Barras de Piaxtla, este último además se ha convertido en un punto turístico familiar, cuyas afectaciones por el proyecto portuario también se desconocen.
Morena y sus aliados de la 4T necesitan hacer un verdadero ejercicio de autocrítica y definición, si en verdad son antineoliberales necesitan demostrarlo con acciones y no solo serlo en el discurso, ya que eso es mentir y caer en la demagogia.
Los territorios de Sinaloa no son un producto a la venta, son espacios sagrados para nuestros pueblos originarios y sobre todo el hogar y fuente de ingreso de los más de tres millones de habitantes que orgullosamente vivimos aquí.
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