Por Jesús Moroni.
Bueno, es verdad que hoy es más fácil enterarnos con un celular con datos, de casi todo lo que sucede en torno a las personas tomadoras de decisiones en el gobierno, pero realmente lo que conocemos son decisiones no tan esenciales. De todos modos, podemos informarnos de temas que generalmente conoceríamos a través de noticias, boletines y propaganda gubernamental sin la necesidad de esperar a que la información sea editada y publicada; pero siempre queremos saber más, y ese deseo por tener información de primera mano se enfrenta a un gobierno que intenta esconder lo que no gusta y avistar lo que gusta.
El pasado 20 de diciembre se anunció una cuenta regresiva de noventa días para desapecer al INAI (el ecargado de garantizar la transparencia, entre otras cosas) e incorporarlo a la Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno, la misma Secretaría de la Función Pública que “investigó” el escándalo de la casa blanca de La Gaviota y que determinó que no se había incurrido en conflicto de interés alguno. Gracioso, pero no gracioso de risa… Gracioso de raro.
Con este movimiento en la adminsitración pública federal se corren riesgos como en todo, pero la posibilidad de que la información sea retirada de la vista pública es inminente, por ello surgen iniciativas que buscan la salvaguarda de la información que ya fue hecha pública en sexenios pasados, ello para seguir con la garantía de acceso a la información como parte de la memoria histórica de una sociedad.
Para ser una ciudadanía informada y vigilante del actuar de la clase gobernante se ha buscado abrir los espacios públicos donde se despacha la administración a visitas ciudadanas, las conferencias de prensa en vivo que puso de moda López Obrador, la Plataforma Nacional de Transparencia, entre otras. Pero lo que puede garantizar ese derecho es una verdadera opción en la cual podamos consultar todo lo que hacen con nuestros impuestos, que la información privilegiada no exista y la administración pública sea ese elemento de confianza, ya sé, una utopía.
Para lograr lo que hoy se tiene, han sido años de insistencia como chuchillito de palo para lograr que el gobierno se abriera y nos permitiera saber qué es lo que hace con nuestro dinero y en qué basa sus decisiones, porque toda la información que se genera en el ámbito público debe ser accesible para la ciudadanía y para la población en general. Y aunque estamos lejos de la perfección, eliminar el INAI y meterlo en una secretaría con un nombre rimbombante es, simple y llanamente, un retroceso.
Quien crea que la desaparición del INAI es un símbolo de avance o de que algo está bien, se equivoca. Los contrapesos ciudadanos y los organismos constitucionalmente autónomos, existen por una razón, porque si no, el gobierno nos va a seguir dando los documentos así:
