Mucho se dice y se escribe sobre la corrupción y la ineficiencia de los tres niveles de gobierno y el ESTADO en su conjunto al momento de poner orden y paz, sobre todo en situaciones complejas y críticas como la que vive Sinaloa desde hace ya varios meses.
Pero poco hablamos de la pasividad que la ciudadanía en general adoptamos, hay quienes se indignan cuando señalo que hemos normalizado la barbarie bajo la que vivimos, y no, no es un juicio, no opino desde la superioridad moral, opino desde la derrota misma, desde la impotencia, la rabia y también la comodidad.
En 1988, miles de mexicanos salieron a las calles indignados por un descarado fraude electoral que impuso a Carlos Salinas de Gortari en la presidencia de México, ahí militantes de la izquierda, de la derecha y simpatizantes de ambas se organizaron sin distingos, como si fueran uno solo.
Las manifestaciones al fraude duranron varias semanas hasta que los líderes Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier, decidieron reconocer la elección a cambio de concesiones del regimen todopoderoso encabezado por el PRI.
La lucha social obligó a la élite en el poder a ceder, sin embargo no hubo justicia, ya que lo justo hubiera sido la anulación y repetición de la elección. Pero algo se consiguió y fue el parteaguas para que México transitara en los próximos años a una democracia electoral competitiva.
En el siglo XXI los adultos de esta era parece que no tenemos la capacidad de salir a indignarnos y organizarnos para pelear por algo aún más importante que una presidencia, por la vida y la paz en que merecemos vivir y tenemos derecho a vivir.
No todo está perdido, hay esfuerzos loables como el de SUMA quien ha promovido los sembradores de PAZ, sin embargo, la mayoría de la sociedad hemos decidido tratar de sobrevivir, y atrincherarnos en casa, en lugar de tomar acción directar para obligar al ESTADO a hacer su trabajo e incluso contrarrestar al crimen organizado.
Repito aquí no se juzga a nadie, es normal tener miedo de enfrentar un monstruó que tiene poderosas armas y cero piedad, pero también aceptar la derrota sin hacer nada más que lamentarnos es una manera de alimentar a ese monstruo.
¿Qué vamos a hacer para sanar las enormes heridas que esta dejando la narcoguerra? ¿Qué haremos para erradicar a la narcopolítica que es un punto clave para que hoy vivamos lo que vivimos? ¿Qué haremos como sociedad para incomodar al crimen organizado que se adueño de la ciudad con nuestra complicidad?