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SEGÚN YO| El desmadre de Serapio Vargas: entre locura y estrategia.

Por Gregorio García Vázquez.-

En este circo que llamamos política, Serapio Vargas se convierte en el centro de atención, aunque no siempre por las razones correctas. Ayer, este cabrón decidió interrumpir la circulación en Insurgentes, y no lo hizo por hacer ruido sin sentido. Serapio sabe que cada locura que hace genera una reacción, y eso es parte de su estrategia. Este no es un hombre que se deja llevar por el viento; es un jugador que mueve piezas en un tablero donde muchos prefieren quedarse sentados.

Muchos lo ven como “el pendejo del pueblo”, pero hay que tener cuidado con subestimar a un tipo que juega a lo grande. Su intentona de tapar la Obregón hace un tiempo fue solo otra de sus jugadas para poner sobre la mesa los problemas que otros prefieren ignorar. Es un maestro en la provocación, y aunque su estilo sea más extremo que una fiesta de pueblo después de haber vendido el ganado, no se puede negar que logra llamar la atención de quienes preferirían que todo siguiera igual. Es como un gallo en un gallinero: no tiene miedo de picotear donde le duele a los demás.

Sus declaraciones en contra de su propio partido son una jugada arriesgada, y no porque sea un héroe, sino porque sabe que en este juego hay que desafiar las reglas para salir adelante. Serapio no es un santo; es un político que sabe cómo moverse y, aunque su forma de actuar puede parecer descabellada, tiene un objetivo claro: hacerse notar. Es como un pez en un estanque lleno de ranas; él no busca encajar, sino destacar.

Hablando de destacar, el tema de los fertilizantes y la reactivación cañera que mencionó es otra de sus cartas en la mesa. Este cabrón juega su propio juego, y aunque no siempre se le entienda, no hay que perder de vista que su locura tiene un trasfondo. En un estado donde la agricultura es vital, tocar ese tema no es baladí. Quizás su manera de hacerlo es ruidosa y desmedida, pero está tratando de hacer que la gente escuche lo que en otras mesas no se discute.

Pero no nos engañemos, no es solo un grito al viento. Serapio sabe que cada acción tiene su reacción. Y aunque algunos lo tilden de loco, hay un método en su locura. Cada vez que se sube a un banquito y lanza sus discursos, lo hace con la conciencia de que no solo está hablando para llenar un espacio en la agenda, sino para hacer que los demás se muevan. Está sacudiendo el árbol y, aunque caigan algunas manzanas podridas, también se pueden recoger algunas buenas.

Quizás no siempre esté en lo correcto, y sus métodos puedan parecer brutales, pero en un contexto político donde muchos se esconden detrás de la corbata y el discurso políticamente correcto, él se presenta como un personaje que no tiene miedo a mostrar sus cartas. La política es un juego de ajedrez, y mientras otros hacen movimientos cautelosos, Serapio se lanza al centro del tablero, dispuesto a arriesgarlo todo por un jaque mate que puede que nunca llegue, pero que al menos lo mantiene en el juego.

Así que, hermanos y hermanas, no subestimemos al loco del Serapio. Sus métodos son extremos y, a veces, hasta absurdos, pero en un mundo donde la política se mueve a base de escándalos, él ha encontrado su forma de hacerse notar y de dar de qué hablar. En este teatro político, ser un loco con propósito puede ser más efectivo que mil discursos vacíos. Y si hay algo seguro, es que el Serapio no se va a dejar olvidar tan fácil.

Este cabrón es un fenómeno, y aunque le llamen loco, hay algo que nadie puede negar: sabe cómo hacer que nos fijemos en él, y eso, en la política, es lo que realmente importa. Su locura puede ser el motor de un cambio que muchos no ven venir, y mientras siga moviendo el avispero, seguirá siendo un personaje del que hablar.

Todo esto según yo, el Goyo310… los locos no son pendejos, solo están locos.