Por Gregorio García Vázquez.-
En la Universidad Autónoma de Sinaloa se está cocinando un problema que, si no se maneja con cabeza fría, puede explotar en cualquier momento. La jubilación dinámica, ese beneficio que muchos trabajadores han considerado un derecho ganado tras años de esfuerzo en aulas, laboratorios y oficinas, enfrenta hoy un desafío serio: la presión para recortar prestaciones por la falta de recursos.
El tema no es menor. Los jubilados son la columna vertebral de la UAS. Son quienes levantaron la institución con su trabajo diario, enseñando a generaciones completas y construyendo una cultura universitaria que hoy distingue a la máxima casa de estudios sinaloense. Sacarles algo de lo que ya ganaron no sería simplemente un recorte: sería ignorar décadas de dedicación.
Pero tampoco se puede cerrar los ojos a la realidad financiera. La nómina de jubilados representa un porcentaje muy alto de los recursos disponibles, y mantener el esquema tal como está se vuelve insostenible. Es aquí donde aparece el verdadero reto: proteger lo ganado sin comprometer el futuro de la Universidad ni de los trabajadores que ingresaron después del 2016.
El Rector Jesús Madueña Molina lo ha dejado claro: no se trata de decisiones apresuradas ni de discursos fáciles. Es necesario sentarse, analizar la situación y crear una estrategia que garantice viabilidad financiera y justicia para todos. Esto implica dialogar, proponer alternativas, escuchar a los sindicatos y, sobre todo, trabajar con visión de largo plazo.
En los próximos meses se definirán rutas, se realizarán foros y reuniones en todas las unidades académicas, y se buscará construir un consenso que evite decisiones tomadas por presión externa. La meta es simple en palabras: que los jubilados conserven su derecho y que los jóvenes que hoy forman parte de la UAS puedan mirar hacia adelante con certeza sobre su retiro. La meta en práctica es mucho más compleja: requiere equilibrio, liderazgo y capacidad para negociar en un contexto donde los recursos son limitados y los intereses diversos.
El llamado es también a la solidaridad. Proteger la jubilación dinámica no puede ser una batalla de unos cuantos; es responsabilidad de toda la comunidad universitaria. Si se logra un plan sólido, la UAS puede mantener su prestigio, cumplir con sus compromisos y garantizar que los años de esfuerzo de sus trabajadores no queden en el olvido. Si no se logra, los riesgos son evidentes: recortes dolorosos, conflictos internos y pérdida de confianza en la institución.
En pocas palabras, la UAS se encuentra en un cruce de caminos. La decisión que se tome no sólo impactará a quienes hoy se preparan para jubilarse, sino a toda la Universidad y a su capacidad de formar a los sinaloenses del futuro. Con diálogo, responsabilidad y estrategia, es posible salir adelante. Sin eso, la jubilación dinámica podría convertirse en un recuerdo del pasado, y la Universidad en un espacio más preocupado por apagar fuegos internos que por cumplir su misión educativa.
Todo esto, según yo, El Goyo310.
¡Fugaaaaaaaaaa!