cajapolitica.mx

 Semanario Político

Por: Joel Salomón

  1. Producto Interno Bruto (PIB) por estado, ganadores y perdedores (Sinaloa entre éstos)

El pasado 6 de diciembre el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer las cifras definitivas del Producto Interno Bruto por Entidad Federativa (PIBE) para el año 2023, que nos sirve para ubicar las asimetrías económicas entres los 32 estados que conforman la República mexicana.

En primer término, el PIBE total a precios de mercado (nominal, lo que vemos en la calle) fue de 32 billones de pesos, ese es el tamaño global de nuestra economía, la número 12 entre las 20 mayores del mundo. La número uno son nuestro vecinos del norte, EU, con una dimensión de 26 billones (millones de millones) pero de dólares.

¿Qué estados le aportan más al PIB nacional? No ha variado mucho en los últimos años y el 2023 la taxonomía fue la siguiente: Ciudad de México (14.8%), estado de México (9.1%), Nuevo León (7.9%), Jalisco (7.5%), Guanajuato (4.4%), Veracruz (4.3%), Baja California y Chihuahua (3.9% cada entidad), Coahuila (3.7%), Puebla (3.5%) y Sonora (3.4%), que en conjunto contribuyeron al 66.2% del total.

Respecto al crecimiento anual, el PIB nacional creció 3.3 por ciento en el 2023, teniendo como líderes estatales a Quintana Roo (13.2%) empujado por el turismo de playa caribeña, San Luis Potosí (8.0%) estado impulsado por la exportación, Oaxaca (7.6%) apalancado por el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, Campeche (7.5%) impulsado por obras como el Tren Maya y Aguascalientes (6.2%) que destaca como emsamblador automotriz.

Entre los estados con menor crecimiento o prácticamente nulo están Coahuila (-0.7%), Tamaulipas (-0.1%), Nayarit (0.1%) y lamentablemente Sinaloa, con un crecimiento insignificante del 0.2% y que para el presente año se verá severamente afectado por la crisis de inseguridad intensificada desde el 9 de septiembre cuando la capital del estado relantizó su vida económica en más de un 50 por ciento.

Fiel a su estilo soberbio y arrogante, el turbio presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, planteó el pasado 3 de diciembre qué Canadá debería convertirse en el estado número 51 de la la Unión Americana, siguiendo los pasos de Alaska en 1959 y de Hawai en 1960, invitación por cierto siempre escamoteada por Washington a Puerto Rico.

No conforme con esa insultante proposición, la volvió a repetir el 8 de diciembre pero ahora dirigida el pueblo de México, ofreciéndonos ser el estado 52 después (supongo) de la aceptación que pudiera generarse en Canadá. La respuesta tanto del primer ministro canadiense Justin Trudeau como de la presidenta Claudia Sheinbaum fue un obvio llamado a la seriedad y  la cooperación, pero no deja de llamar la atención la agresividad a priori del Donald Trump que asumirá la presidencia del país más poderoso del mundo el proximo 20 de enero.

Creo que en este tema, la presidenta Sheinbaum debería montarse en la broma o el exabrupto y plantearle a Donald Trump explorar un proyecto verdaderamente comunitario al estilo Unión Europea que implique la libre movilidad de los trabajadores mexicanos y canadienses en el territorio de los tres países.

México nunca ha sido proactivo en la negociación del acuerdo trilateral de comercial, no lo fue en 1994 con el TLC y tampoco en el 2020 cuando Donald Trump condicionó una renegociación del Tratado que devino en el T-MEC, amenazando en ese momento con imponer aranceles creciente a partir del 5% y hasta el 25% si no se llegaba a una negociación satisfactoria (para ellos). Debemos emular el papel de España y Portugal en la Unión Europea quienes negociaron condiciones que los sacaron del atraso y la precariedad; y últimamente de Turquía que se ha beneficiado con subvenciones millonarias a cambio de ser el valladar europeo para frenar la emigración venida de oriente.

El día cinco de cada mes el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) da a conocer las cifras oficiales de los trabajores registrados ante esa institución, dato que en términos generales su asume como el nivel del empleo (formal) en nuestro país.

Pues bien, el dato más reciente del pasado 5 de diciembre, que corresponde al mes inmediado (noviembre) es harto preocupante, dado que el crecimiento fue prácticamente nulo, de 0.1%, en un país como el nuestro que cada año incorpora un millón de nuevas personas al mercado laboral.

El IMSS en total tiene registrados a 22.64 millones de trabajadores y en noviembre sólo incorporó a 24,696 más. Para tener un referente, en los Estados Unidos la cifra de creación de empleos en noviembre fue de 227 mil puestos de trabajo. Para México es la creación de empleo más baja para un mes de noviembre por lo menos en los últimos diez años.

Entre noviembre del 2023 y noviembre del 2024, preocupantemente tenemos que trece entidades federativas decrecieron en materia de empleo formal. Hay estados como Sinaloa con -0.6%, pero existen entidades extremas como Tabasco con -11.7% debido a la terminación de la obras emblemática del presidente AMLO (la refinería de Dos Bocas en este caso). El empleo (formal) es el termómetro de una economía. Urge ponerle atención.

También las personas morales o jurídicas son víctimas de la violencia, y no es una apreciación subjetiva. El INEGI tiene más de diez años levantando la Encuesta Nacional de Victimización de Empresas (ENVE) y el pasado 10 de diembre dio a conocer los resultados de este ejercicio demoscópico para el año 2023.

En ese año, 2.9 millones de delitos afectaron a 1.3 millones de establecimientos. La extorsión y el robo o asalto de mercancía, dinero, insumos o bienes fueron los delitos de mayor incidencia. De ese nivel fue la llamada prevalencia delictiva,  pues esa cantidad de establecimientos equivale al 27.2% de las unidades económicas que existen en el país. En la encuesta anterior del 2021, el número de esteblecimientos victimizados fue de 1.2 millones y en su momento representaron el 24.6% del total.

En ese momento la economía mexicana funciona con un aproximado de 6.1 millones de establecimientos, de acuerdo a la cifra oficial del Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE 2024), entre pequeñas, micro, medianas y grandes empresas.

En una ocasión el mismo Carlos Slim llegó a afirmar que la violencia es un factor secundario al momento de decidir dónde invertir, pues el parámetro esencial a tomar en cuenta es la rentabilidad y el lucro. Sin embargo, en algunas localidades del país, en este momento hasta al empresario más avaro no estaría dispuesto a arriesgar su vida estableciéndose en medio de la inseguridad y sobre todo de la impunidad.

El índice de confianza del consumidor (ICC) es un indicador frecuentemente “despreciado”, “invisibilizado” pero que creo es uno de los parámetros más sintomáticos del estado de ánimo del ciudadano común.

Lo dan a conocer conjuntamente el INEGI y el Banco de México (Banxico), dos órganos constitucionales autónomos de primera (junto al INE) y su objetivo es medir la percepción de las y los consumidores sobre su situación económica actual y la del país, así como sus expectativas para el futuro.

Para evitar las complejidades técnicas del indicador, podemos sintetizar en que un ICC de 100 puntos equivale a que los consumidores ven a la economía “mucho mejor”, 50 puntos significa que la observan “igual” y 0 (cero) equivale a que la perciben “mucho peor”. Pues bien, el Indicador de Confianza del Consumidor en noviembre del presente año se ubicó en 47.7 puntos, con una disminuación mensual de 1.8 respecto a octubre.

En interesante observar que a pesar de considerar que la situación económica en el hogar está estancada (51.9%), respeto al futuro los mexicanos son más optimistas (58.6%). Pero cuando se les cuestiona sobre aspectos económicos más concretos, la confianza decae. Por ejemplo ante la cuestión “Posibilidades en el momento actual de los integrantes del hogar, comparadas con las de hace un año, para realizar compras de muebles, televisor, lavadora u otros aparatos electrodomésticos, etc”, aquí la confianza se derrumba al 31.5%.

Este debería ser un indicador líder, junto al PIB y el empleo, pues finalmente el motor que mueve a cualquier economía en un régimen de libertades, es la confianza que tengan los ciudadanos en mantener determinado tren de consumo, sentimiento que refleja mejor que nada el status del bolsillo.

Vicepresidente del Colegio de Economistas de Sinaloa.

Salir de la versión móvil