Ayer domingo, mientras disfrutaba unos taquitos en el Champion, me encontré con un buen amigo. Al preguntarle cómo le iba, me respondió: “Ando de Uber, está muy dura la cosa”. Su tono reflejaba la realidad que muchos enfrentan: la falta de trabajo ha llevado a personas a buscar alternativas que nunca imaginaron. Este amigo, que alguna vez brilló en su trabajo, ahora se encontraba al volante de un carro de plataforma, tratando de salir adelante. ¡Qué hermoso es el progreso, verdad? De ser un profesional a ser el chofer de alguien más en un abrir y cerrar de ojos.
Después de mis taquitos, pedí un carro en la plataforma DiDi, y el conductor resultó ser un antiguo compañero de trabajo. Al verlo, me sonrió y me dijo: “¿Qué tal, Goyo? Aquí ando, también en la lucha”. Este amigo me contó que tuvo que vender todo su equipo de producción para poder sobrevivir. “No me quedaba de otra, tuve que hacer sacrificios para darle de comer a mis hijos”, confesó, como si tuviera que hacer una elección entre comprar arroz o vender su alma. La angustia en su voz era palpable, pero hey, al menos ahora tiene una buena historia para contar en las reuniones familiares.
Más tarde, en una plaza comercial, me encontré con otro amigo. Al preguntarle por su carro, me respondió que tuvo que venderlo porque, a pesar de tener trabajo, los ingresos no le alcanzaban. ¡Qué ironía! Trabajar y aún así tener que desprenderse de lo poco que tienes. Su historia es otra más en esta cadena de sacrificios que muchos estamos viviendo, como si estuviéramos en un reality show de supervivencia, pero sin el premio final.
Por otro lado, pregunté por un amigo fotógrafo, y me dijeron que se había mudado a Tijuana porque aquí simplemente no podía sostenerse. “La situación es insostenible, y tuvo que buscar oportunidades en otro lugar”, me comentaron. Claro, porque nada dice “éxito” como mudarse a otro estado en busca de un futuro incierto.
La situación en Sinaloa es insostenible. No hay trabajo, no hay dinero, y la tranquilidad se siente como un lujo. La gente está buscando salir del estado, huyendo a lugares donde el futuro parece más prometedor, aunque sea incierto.
Es urgente que las autoridades tomen cartas en el asunto. Que el secretario de seguridad pública dé la cara y que el gobierno, en sus tres niveles, se comprometa a trabajar por el bienestar de la población. La desesperanza está en el aire, y si no se actúa pronto, lo único que nos quedará serán recuerdos de lo que alguna vez fue un hogar.
Así que, entre taquitos y risas que apenas esconden el dolor, nos aferramos a las historias de amigos que se convierten en lecciones de vida. En Sinaloa, el humor negro es lo único que nos queda para sobrellevar la realidad, mientras esperamos que, algún día, el horizonte se llene de oportunidades y no de despedidas.
Todo esto, según yo, el Goyo 310.