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Sueño en otro idioma. El rescate de una sonrisa

Existen un par de versos muy conocidos de Miguel de León Portilla que dicen: «Cuando muere una lengua /las cosas divinas, /estrellas, sol y luna; /las cosas humanas, /pensar sentir, /no se reflejan ya /en ese espejo» pues mueren junto a esa lengua, y muere también, las historias, formas, miradas que construyen puentes entre lo real y la forma más cercana a la divinidad humana que tenemos: lo fantástico. Entonces, el hecho de que cualquier hablante, de cualquier lengua, de cualquier cultura, de cualquier época de la historia calle, es en sí, como nacimiento de ave sin trino, una tragedia gigantesca.

Esta tragedia es con la que inicia Sueño en Otro Idioma, una película mexicana del año 2017, dirigida por Ernesto Contreras y guionada por Carlos Contreras, su hermano. La película nos ataja en una comunidad rural a mitad de la selva chiapaneca, donde viven los tres últimos hablantes de Sikril (idioma inventado para la producción de la película, con reglas gramaticales, fonemas bien estructurados y una historia y cosmovisión dignas de un estudio a profundidad) un dialecto de alguna cultura que tuvo su auge, se dice en la película como un pequeño diálogo, hace 500 años, pero que ha ido desapareciendo con el tiempo a grado de solo quedar Jacinta (Mónica Miguel), Isauro (José Manuel Poncelis) y Evaristo (Eligio Meléndez), esto dos últimos peleados por amor y negándose la palabra hacía 50 años.

La historia arranca con Martín (Fernando Álvarez Rebeil), un lingüista empeñado en rescatar al Sikril del olvido entrevistándose con Jacinta e Isauro, y encontrándose con las propiedades fantásticas del Sikril. El personaje de Martín, además de ser nuestro protagonista, sirve como chivo expiatorio para que los personajes de la película le expliquen las reglas y funciones de ese mundo, un poco como Juan Preciado escuchando las historias de los fantasmas de Comala, viviendo los recuerdos de los escarmientos de su padre.

Todos le explican cosas a Martin sobre el Sikril, y en cierto punto, antes del primer arranque en serio de la película, Jacinta le cuenta el origen real (al menos para los sikriles) del idioma. Ella dice: «―En el principio, una mujer pájaro se enamoró del primer hombre que caminaba sobre la tierra, como no hablaban la misma lengua, no podían consumar su amor; la mujer pájaro decidió enseñarle hablar el Zikril. De esa unión nacimos todos nosotros. Desde entonces hombres y animales, hablamos el mismo idioma.»

Al momento y en medio de la selva, los dos ancianos empiezan a hablar a todo pulmón en Zikril, las voces se expanden entre los árboles, lianas, hojas y piedras, se crea un eco que lo llena todo, y es respondido; la selva contesta, los árboles se mesen, el viento sopla y los animales saludan de regreso. Toda la escena parece extraída de una novela de García Márquez, todas la voces y ecos, parecieran pertenecer a Rulfo; el realismo mágico, una fuerte, fuerte, influencia para esta historia, aparece para no irse jamás del resto de la película.

La noche llega, y durante esta Martin piensa escuchar el cauce de un río que crece y pareciera que se va a desbordar en cualquier momento, hasta que simplemente se calla. A la mañana siguiente Jacinta ha muerto y la ausencia del cuerpo, revelada por la hija de Jacinta, se debe a que «Cuando un Zikril muere, todos los hablantes que han existido vienen por él para llevárselo a El Encanto». Hay muchas cosas que desentrañar aquí, pero principalmente deseo hablar de dos. La primera: El Encanto es un lugar físico y metafísico, donde los Sikriles tendrán una fiesta eterna con las personas a las que amaron, y que el conjunto de voces suena como un río a punto de desborde; y la segunda es que este lugar es un, muy maravilloso (en ambos sentidos de la palabra: en el sentido que sorprende y el sentido de la maravilla irreal y mágica), sincretismo, es decir, una tendencia a conjuntar y armonizar corrientes de pensamiento o ideas de distintas culturas. O sea, la cultura Sikril y la idea del paraíso cristiano se unen en El Encanto.

Por otro lado, aumentando el caldo de cultivo sincrético, tenemos a Elisabeth Kübler-Ross, una psiquiatra suiza, creadora de múltiples libros sobre la muerte como lo son Sobre muerte y Moribundos, y La Rueda de la Vida, donde establece ciertos criterios sobre la muerte y los procesos de duelo de los vivos y de los moribundos. Uno de los postulados de Elisabeth, que individualmente me sorprendió muchísimo, es aquel que menciona que cuando una persona muere, siempre ve a las personas que ama y que ya murieron, viniendo por él.

Esto podría sonar a creencia de abuela, sin embargo, lo que sorprende esto es que  Elisabeth, llegó a estas conclusiones por testimonios de pacientes en agonía, suizos o alemanes (Es decir, a miles y miles de kilómetros de mi abuela), y bajo un tratamiento de observación científica riguroso. Por obvias razones la doctora no puede afirmar motivos metafísicos o fantásticos, pero ella menciona que cuando morimos, quizás, nuestro cerebro secreta los neurotransmisores necesarios para crear una alucinación capaz de darnos paz.

Podrá ser Zapata en tacones, pero la realidad es que estos pensamientos lejanos y ajenos entre sí, se armonizan. Pero volviendo a la trama: el hecho que Jacinta muera, nos resitúa en la necesidad de que Isauro y Evaristo, charlen de nuevo; nos pone ante la verdadera trama de la película, y la historia de por qué ellos están peleados. Martín se acerca con Evaristo a proponerle la realización del estudio, y este, con el marfil añejo acumulado en por el odio de años en el rostro, lo corre sin explicaciones, con historias castradas de voz dentro de los ojos. Martín se hace una aliada importante: la nieta de Evaristo, y tras labores arduas de convencimiento, él accede al estudio.

Evaristo hablará con Isauro después de 50 años. La escena sin diálogos del encuentro es cautivadora. Las miradas encanecidas se mezclan con culpa. Pero, como dice Yoda «El apego lleva al dolor, el dolor a la culpa, la culpa al odio y el odio al camino Sith». Se dicen un par de palabras en Sikril, Evaristo crece en rabia y empuja a Isauro. Isauro llora y Evaristo se va. Pero cuando Evaristo habló en Sikril inició algo que no podría parar: los recuerdos de su vida como sikril vienen a él, caminan a su lado entre la tumba de su ahora difunta esposa y los árboles. Ve a Isauro y se ve a él mismo, joven y sonriente, nadando en la playa y conociendo a su esposa. También se ve intentando matar a Isauro y no volviéndole a hablar hasta ese día.

La palabra siempre nombra al mundo, aunque no sea pronunciada. Hay algo cinemáticamente interesante en esta parte de la película: la coloración cambia entre lo que vemos desde el recuerdo y lo que vemos en la actualidad: los recuerdos son un poco más tirados a los colores amarillos, naranjas, cálidos, como de una eterna primavera; mientras que la actualidad es representada por colores azules claros, verdes, llenos de frío. Lo mismo pasa con lo fantástico: los colores se vuelven más oscuros, igualmente fríos, porque no olvidemos que están pasando en la actualidad, pero más traslúcidos, como si sólo lo pudieran ver unos cuantos.

Evaristo e Isauro se tienen que volver a sentar a charlar, esta vez es distinto, Evaristo está tocado por el pasado y aunque es terco, tiene que cumplir su palabra para con Martin. Se da el segundo encuentro. Evaristo traduce para Isauro. Martín agradece, Evaristo traduce e Isauro nombra, Evaristo nombra, Martin nombra y calla, Evaristo sigue nombrando, Isauro habla en Sikril, Evaristo sigue nombrando, Isauro nombra a su amigo, Evaristo sonríe. Después de 50 años (dato mencionado por la nieta de Evaristo) Evaristo sonríe. Hablar significa nombrar al mundo, crear conexiones entre la psique, la comunidad, las formas y la cosmovisión.

Eso es lo que hace el Sikril: nombra y conecta, pues que se creó para unir a dos seres distintos, por eso son necesarios los sincretismos de la película, además de los símbolos como la silla que siempre carga Evaristo a todos lados y que sólo deja atrás hasta llegado el momento de crecimiento del personaje, como símbolo de la carga que llevaba y lo apegado que era a esta. Tampoco olvidemos que es un idioma metafísico, que trasciende las barreras de lo real y lo instantáneo, por esto es ideal para esta historia que trascurre entre lo fantástico y el amor; porque Sueño en Otro Idioma (traducida para los gringos como I Dream in Another Lenguage, es decir, YO sueño en otro idioma, como haciendo al sueño una entidad de vivencia y no de propiedad, porque no se nombra un sueño, se da testimonio del mismo) es, sobre todo, una película de amor y de rescate, no de un idioma, no es unas costumbres, no de «una forma peculiar de ver el mundo», como dice León Portilla, sino de una sonrisa, porque soñar también significa vivir el mundo.

No puedo hablar más de esta película sin revelar secretos que mejoran la experiencia. Ni modo, la van a tener que ver.

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