Por Jazmín Duarte.-
Tenía ya días que se susurraba lo que iba a pasar, como los chillidos de los murciélagos que por las noches me robaban la tranquilidad de un sueño plácido.
No sería la primera vez que el terror nos invadía, ni la segunda, ni siquiera la tercera; pero hay que admitirlo estamos des-sensibilizados.
Siempre parece que es lo mismo o que no pasa nada. Los sonidos de las balas o los helicópteros parecen una pesadilla lejana; pero la realidad es que la muerte anda por ahí solo que algunos hemos tenido la suerte de no verla de frente.
A pesar de saber dónde se vive, uno siempre se pierde en su rutina y a mí en lo personal, siempre me pasa: cuando menos lo pienso los grupos de WhatsApp se llenan de alertas: “balaceras, no salgan de sus casas” “se están agarrando por esta zona” “Quédense en casa” “Hay civiles armados”.
La mañana del lunes, a todos los culichis nos agarró en curva. Algunos tuvimos la suerte de estar en casa, otros a medio camino del trabajo o la escuela con la tripa en la garganta y las manos sudorosas, esperando no escuchar ninguna detonación.
Hubo también envalentonados que
afirmaban “No pasa nada, todo está tranquilo” y yo me pregunto ¿Cómo saberlo? En momentos como este bien podría no pasar nada, o bien podrían estarse masacrando, acribillando inocentes.
¿Cómo saberlo? No quiero escuchar los balazos cerca de casa, pero su eco llega: las voces de quienes sí los escuchan. ¿No pasa nada? Ojalá no pasara nada.
Ya conoces la rutina, revisas que todos estén bien. No hay sensación más devastadora que no tener noticia de un ser amado en medio de los murmullos de violencia.
Pero hoy era lunes, era temprano
y todos estaban en casa y hasta agradeces -como una víctima habitual- que hayan decidido iniciar todo tan temprano, que respeten el horario familiar para arrancarnos la paz.
¿En qué nos estamos convirtiendo? Sí, claro. que agusto un día sin clases, que agusto volverse a dormir.
Que graciosos los memes. ¿Acaso tenemos otra opción? El lunes comenzó temprano con avisos de terror y enmudeció temprano también, hasta los perros
dejaron de ladrar. ¿Estamos acaso en el ojo del huracán? Pienso en todas las vidas y las muertes que ignoro, en los vestigios de los enfrentamientos, en cuándo terminará todo.
Puede que sea elsilencio lo que hoy invada la ciudad, pero no es un silencio de paz, el lunes ha sido un estallido que no sabemos cuándo se detendrá y esta noche, aunque ya ni los murciélagos chillan el confort
y la paz están muy lejos de mí.