La reciente cumbre del clima celebrada en Nairobi ha puesto de relieve la disonancia entre las promesas políticas y la realidad que enfrenta nuestro planeta. A pesar de los compromisos firmados por casi todos los países en 2021, el aumento de las temperaturas y los fenómenos meteorológicos extremos han evidenciado que las acciones concretas son insuficientes. En Brasil, la deforestación en la Amazonía ha aumentado significativamente, desafiando los esfuerzos de conservación.
La crisis climática no es solo un desafío ambiental; es un desafío político que requiere una transformación radical en la forma en que los gobiernos y las empresas operan. Las olas de calor extremo y las inundaciones que hemos presenciado este año son un recordatorio contundente de que el tiempo se agota.
Debemos exigir que se pase de la retórica a la acción, priorizando políticas que realmente aborden las causas del cambio climático. La transición hacia economías sostenibles y la inversión en tecnologías limpias son esenciales para enfrentar esta crisis. La protección del medio ambiente debe estar en el centro de todas las decisiones políticas; el tiempo para actuar es ahora. La responsabilidad recae en todos: ciudadanos, gobiernos y empresas.
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